El antropólogo Thomas Wynn y el psicólogo Frederick Coolidge andan estos días revolucionando el mundo de la ciencia con su libro How to think like a neanderthal –traducible como Cómo pensar como un neandertal–. ¿Por qué? Simple, claro desde la primera línea: «Los neandertales eran personas prehistóricas que evolucionaron en Europa y que florecieron hace 200 mil a 30 mil años». Sí, como lo leen, personas. Personas que pensaban y sentían.

Vayamos por partes.

Según Wynn y Coolidge, nuestros antepasados eran empáticos y solidarios. Shanidar 1, un fósil de 50.000 años encontrado en Kurdistán, muestra que su brazo derecho estuvo inutilizado durante años antes de su muerte; otras amputaciones y fracturas llevan a sostener que la supervivencia de Shanidar 1 fue sólo posible gracias a los cuidados de sus semejantes. Conclusión: los neandertales eran empáticos y cuidaban de los enfermos o heridos de la comunidad hasta que se recuperaran, a pesar de que no ganaran absolutamente nada con proteger a un individuo que, durante meses, no contribuiría con la alimentación de los demás.

Los neandertales, por otro lado, sí soñaban, según Wynn y Coolidge. El onirismo no empezó, como se creía, con el homo sapiens y, con ello, la capacidad creativa, muy distinta del pensamiento rígido y repetitivo que caracterizaba a los neandertales. Pero éstos sí tenían sueños. El problema era que al carecer de lenguaje complejo o de una memoria de corto plazo adecuada no podían relacionar los acontecimientos de los sueños con los de la realidad, por lo que no podían aprovecharlos para inventar soluciones nuevas a sus problemas.

Mantienen los expertos también que los neandertales sí se enamoraban. ¿Cómo lo explican? Su forma de vida lo atestigua, basada en grupos pequeños, muchas veces compuestos por pocos adultos y varios niños, parecidos a una familia, y el hecho de que los adultos se cuidaran entre sí. Por supuesto, habría que llegar hasta el homo sapiens para asistir a los primeros matrimonios, acuerdos entre hombre y mujer para repartirse tareas y complementarlas –por cierto, las mujeres neandertales sí salían a cazar con los varones, pero se dedicaban a tareas menos rudas, como lo demuestran las más leves heridas halladas en los fósiles femeninos–. Así que, en definitiva, antes de usar la palabra neandertal para referirse a alguien con escasas luces y afectos piénseselo dos veces.

Extinción de los neandertales. El ansia de evolución condujo a la traición

Una reciente teoría también desmonta otro hecho asumido como auténtico por la ciencia, la extinción de los neandertales. Hasta ahora se creía que desaparecieron ante la mayor inteligencia y capacidad creativa del homo sapiens, pero no fue exactamente así. «Es probable que los homo sapiens les vieran como posibles compañeros sexuales», dice el investigador y coautor del estudio de las universidades de Colorado y Arizone, Julien Riel-Salvatore, quien continúa: «Como consecuencia de ello, en un cierto plazo, se extinguió su población, fueron absorbidos». O sea, fue su propio nivel de evolución, el que hasta ahora se negaba, el que les traicionó.