Hijo de uno de los grandes de la escena (Héctor Alterio), sabe de herencias morales –que son las verdaderas, dice– en la que es su última obra teatral, junto a Concha Cuetos, «Yo, el heredero», que se escenificó hace unas semanas en Málaga

¡Doce actores en escena en Yo, el heredero! Pocas producciones teatrales hay así ya…

Sí. Es mérito del productor, Andrea d´Odorico. Es inusual, porque es caro. Él fue el impulsor del proyecto: le apasionó la función y la quiso montar más allá del coste, solo por amor a la obra. Pero creo que le está yendo muy bien.

¿Las herencias morales –el apellido– son más difíciles de llevar que las económicas?

Nunca he pensado en una herencia económica, la verdad. Prefiero lo que transmiten los padres a los hijos, que es algo más poderoso incluso que lo que se enseña, porque se transmite de corazón a corazón. Creo que ésa es la verdadera herencia, que tiene que ver con una manera de estar en el mundo y con unos valores.

¿Qué ha heredado de sus padres?

Mis padres ya me han dejado en herencia algo muy importante y que tiene que ver con una manera de ver el mundo. Eso importa más que lo material. Yo estoy muy contento de la que me ha tocado. De todas maneras, a cada uno le tocan unas cartas, pero lo importante es lo que hace con ellas: la responsabilidad personal, cómo uno juega su herencia. En cualquier caso, yo siempre digo lo que me dijo mi padre cuando me metí más en serio en esto de la actuación: «Habla alto y diviértete».

El eje de la obra que le tiene estos días de gira por todo nuestro país es la hipocresía. ¿Es la marca de identidad de Occidente?

¿Habrá hipocresía en Oriente? No lo sé, pero creo que están más conectados con lo inmensurable y aquí estamos más con las medidas de las cosas. En la obra aparece todo el tema de lo que hay detrás de ayudar a los demás.

¿Ve usted mucha falsa solidaridad en la sociedad contemporánea, señor Alterio?

Siempre me ha parecido que algo de este movimiento de ayudar es como una muletilla para no mirarte a ti mismo, a tus carencias.

¿Qué le da el teatro? ¿Autenticidad puede ser?

Fue mi primer vínculo con la actuación y es donde siento que está la esencia de mi trabajo, donde me siento más dueño de la situación, sin intermediarios. En el cine, el actor es más un instrumento en manos del director. El teatro es una responsabilidad y una fiesta. Y ahora, con la importancia de lo virtual, la representación en vivo cobra más valor.

¿La televisión es un recurso para cuando el bolsillo flojea, como parece en la profesión?

Yo hago una cosa u otra dependiendo de la propuesta. No miro solo lo económico, sino que pueda aportar algo y desarrollarme.

¿Qué herencia le gustaría dejar a su hija?

Soy yo el que aprendo de ella. Con no estropearla y que esa esencia tan pura y bonita se pueda desarrollar sin demasiadas interferencias me conformo.

¿Qué hacen los actores progresistas cuando gobierna un partido conservador?

No sé si yo me consideraría progresista. Haré exactamente lo mismo más allá del gobierno que esté. Me gusta llegar a todo tipo de personas, actúo para todo el mundo, no sólo para los de izquierdas o de derechas, y espero que llegue igual a unos y a otros.

¿Cree usted que el enfrentamiento de un sector de la derecha de nuestro país con los actores ha hecho daño a la profesión?

Ha habido como una especie de devaluación y ha creado cierto malestar y distancia, una mirada despectiva hacia los actores. Yo trato de separar la política y que el arte se imponga, que sea lo que llegue.