Dolor de cabeza, celos, rutina, eyaculación precoz, anorgasmia, insatisfacción… Cinco parejas se han matriculado en Sex Academy para solucionar sus problemas sexuales y mejorar su relación, dice dinámica la voz de la narradora del programa que Cuatro estrenaba el lunes ante una audiencia de campanillas, vamos, a tope, y sin viagra. Marian Frías lleva las riendas de la academia. Sicóloga, sexóloga, con más de sesenta mil horas de terapia a sus espaldas -literal-, y viene con un claro propósito. Lo dice la propia Marian, todos los problemas sexuales tienen solución, ser felices es un trabajo, y en Sex Academy van a trabajar duro. Mmmm. Habrá, sigue la experta, clases teóricas -jo, qué aburrimiento- y clases prácticas -esto se anima-. La experta se envalentona, y eso que todavía andamos en la presentación del programa. Quiero ver qué posturas hacéis, cómo os besáis, y quiero ver qué hacéis en casa. Cinco parejas, una academia, una experta, y todo lo que quiso saber sobre el sexo, entra de nuevo la narradora en mitad de un montaje tan trepidante que no da tiempo a ver ni posturas ni ná de ná. Aunque para esa voz, la vuelta al cole nunca fue tan excitante, terminando la palabra como relamiéndose. Total, parece que empieza el programa. Llegan los alumnos, ellos y ellas, ellas contando que ellos van a lo que van, ellos contando que ellas quieren preliminares, pero que con los años que llevan juntos eso no hace falta, y llega la profe, Marian, que les promete que será un curso apasionante. Primera pregunta: ¿El pene es cuestión de centímetros? No dan la respuesta. Pero ponen ejemplos, tipo lápiz, tipo plátano. Con lo de ellas, igual, tipo percebe, llama olímpica, bata de cola, mariposa… Vale, vale... ¿Pero cuándo empieza esto?

Buenas noches, y buen sexo

Cristel y Pablo. Ella lo toquetea, juega con el pajarito, se lo endereza, pero luego se da la vuelta, se coge el ordenador y lo deja tirado, y eso no puede ser, ahora qué hago yo, pregunta con más razón que el jurado popular de Camps, el pobre Pablo. Mira, Pablo, le suelta Cristel, es que no puede ser porque luego, con dos chupadas, ya has terminado. Luego están Patricia y Javier, que se comen pocos roscos desde que llegó el bebé. Han pasado casi cuarenta minutos y empiezo a sentir agotamiento, falta de deseo, no lubrico como espectador, lo que imaginé que me prometían me excitaba más que lo que estoy viendo, me da igual tener el pene plátano, el pene lápiz o el pene seta, pero noto que las ganas de fiesta están virando hacia la ternura por esas parejas, por ese Ángel que para excitar a Liria, que descansa en el sofá, se acerca con la polla afuera diciéndole que le regala un capullo, con el consiguiente rechazo de la mujer. Sex Academy no es un festival porno sino una exhibición de problemas muy íntimos de pareja que vistos en casa me resultan casi impúdicos, no por pazguato, que no lo soy, sino por eso, porque sería incapaz de hacer lo que hace esta gente. Se habla como hay que hablar de estas cosas, sin tapujos, sin medias tintas, sin cursiladas, llamando a meterla por su nombre, llamando a los complejos por el suyo, reconociendo educaciones castradoras, desdichas por la soga de una moral que impide el disfrute de la carne, el gozo de los cuerpos, que se relaciona con lo animal, con lo primario, con el puterío. Y ahí está Marian con su sonrisa y su empatía sin extrañarse de nada para ir empujando por la espalda de sus alumnos hacia ellos mismos. El festival porno imaginado en la academia de sexo en Cuatro es un despliegue de buen gusto, una herramienta de conocimiento, una clase en la que muchas parejas se reconocerán y otras, porque se reconocen, jamás mirarán. No está mal en este tiempo de apuros, de chorizos y carroña, seguir los consejos de Marian Frías, buenas noches, y buen sexo. Hurra a los guionistas.

Calla, que me arrugo

El mundo se tambalea, el euro está en la UCI con respiración asistida y pronóstico más que reservado, hay quien incluso profetiza su muerte. Pero cómo hemos llegado hasta aquí, y por qué muchos de los responsables de este gigantesco tsunami se han hecho con el poder económico y con el poder político. Resulta paradójico que ese liberalismo al estilo Las Vegas que ha provocado la crisis se haya impuesto de nuevo para provocar el desmantelamiento del estado de bienestar. En España nadie quiso pinchar la burbuja inmobiliaria, que fue algo así como una orgía de la que nadie quiso ser responsable del coitus interruptus… Por fin. Aquí quería llegar. A otra forma de que nos den por culo, sin salir de la geografía del ñaca ñaca, otra modalidad postural -perdón por el palabro- que debería estudiarse en Sex Academy, que seguro que la lista Marian, tal como va la cosa, tendrá en cuenta a lo largo del curso. Quien hablaba es Antonio García Ferreras, que de director en la sombra de La Sexta ha pasado en apenas unos meses al lubricante más visible de la cadena. A Al rojo vivo se suma ahora La sexta columna, que se estrenó con Yo pago, tú pagas… ¿Quién se lo lleva? -este viernes, Resacón en Levante, fue demoledor-. Programa de reportajes de la redacción de sus informativos. Recuperaron declaraciones del mejor Aznar diciendo que España va bien, del volatilizado Zapatero diciendo que la nuestra es la economía que más ha crecido del orbe, a Botín diciendo que hemos pegado un subidón del copón y que somos más ricos que los italianos… y cuando fui a tocármela, no me la hallé. Ni pene lápiz ni pene seta. La polla apenas respiraba. No sabía qué hacer con ese trasto entre las patas. Era el tiempo en que a las orgías -crediticias, hipotecarias, consumistas, megalómanas de toda clase de gobiernos, de políticos sinvergüenzas que nos dejaron en la ruina y ahora se ríen con toda la razón porque no son culpables- se les llamó milagro. Y aquí estamos. Yo pago, tú pagas… sabiendo quién se lo lleva. Vean el programa, recupérenlo, que uno, a estas alturas, se le ha quitado la gana del fornicio.