Es una de las intérpretes más queridas de nuestro país, además de una enamorada del teatro, al que vuelve estos días con la gira de «Yo lo que quiero es bailar», un espectáculo autobiográfico estilo Broadway dirigido por Josep Maria Pou y que ya pasó por Málaga.

En la nota promocional de Yo lo que quiero es bailar se informa de que usted habla en el espectáculo de las obras que ha hecho y de las que no ha hecho. Hábleme de estas últimas

En realidad no hablo demasiado de las que no he hecho, pero sí debo reconocer que se me han pasado algunos títulos o porque no tenía la edad o porque he tenido la suerte de estar de gira durante tres años con otra pieza. Si tuviera que elegir una, te diría ¿Quién teme a Virginia Woolf?

¿Por qué este espectáculo a lo Broadway después de interpretar a Madame Rosa en La vida por delante, probablemente el papel culmen de su carrera?

Como actriz, no quiero que las obras que hago luego me afecten. Y el de Madame Rosa me afectaba mucho. Y me dije, ahora quiero divertirme un poco y ser yo misma.

¿Cómo es interpretarse a uno mismo?

Difícil. A mí me cuesta mucho. Sufro también. Tengo miedo a no gustar. Refugiarse en una obra literaria es más fácil en el sentido de que te protege. En mi caso, he interpretado a muchas mujeres, a grandes heroínas que lo han dado todo por amor. Y ellas también salen en este espectáculo. Me refiero a Mariana Pineda, Eloísa, Carmen o incluso Santa Teresa, que estaba enamorada de Dios. También interpreté a Juana de Arco. La pobre inventó el pinganillo porque oía voces (risas). Ay, el humor me salva de todo. Doña Juana era un personaje que no me pareció que estaba en su sano juicio.

Para usted, ¿qué es la palabra en acción?

Mira, hay tres palabras que odio en el teatro y en la vida. Son: resignación, sacrificio y sobrevivir. Me producen úlcera de estómago.

En la pieza creo que también habla mucho de su profesión a través del poema Cuentos y chismes del oficio de Jardiel Poncela.

Sí. Ése es un poema que Jardiel escribió en 1937 para la actriz Isabel Garcés. En él se habla de teatro. Hemos tenido que abreviarlo porque el espectáculo dura una hora y cuarenta minutos.

¿Cuál es el hilo conductor?

Mi vida. A través de la canción Mamá quiero ser artista, empiezo a explicar mis comienzos, la llegada al éxito, el porqué de esta profesión, porque las mujeres somos tan tontas. En este último apartado, le di a Juan Carlos Rubio, autor de la obra, mis textos de cabecera, como por ejemplo: Desde mi ventana, de Carmen Martín Gaite, algunos de Séneca o Pentimento, de Lillian Hellman.

Pessoa decía que el poeta es un fingidor. ¿Qué clase de fingidor es el actor?

El actor es el gran tímido que trata de ser un héroe a través de sus personajes. Dicen que los niños y los viejos sólo dicen la verdad. Pues el actor es como un niño que nunca crece. Los actores se refugian en los personajes para decir verdades que no dirían por timidez.

¿Se notan ya en los teatros los más de cinco millones de parados?

Claro. Hay que rebajar el caché y las entradas. Pero creo que una de las cosas que menos se ha resentido de la crisis es el teatro. Ahora se hacen espectáculos menos costosos. En mi profesión puedo decir que ha habido también un gran derroche. Por ejemplo, en las comunidades autónomas se han construido grandes auditorios que ahora están vacíos. También se han hecho montajes tan caros que luego no se han podido mover por otras ciudades. Eso está cambiando.

¿Usted cada vez que habla sienta cátedra?

No lo pretendo. Mira, tengo 72 años y trabajo desde los 14. Soy la actriz que más ha trabajado en este país y la que mejores obras ha interpretado. Eso sí, no soy una actriz internacional. Igual me ha perjudicado la prensa del corazón, un dolor que me iré quitando de encima. Ahora sé que estoy en el sitio que tengo que estar gracias a mi representante, mis hijos y mi hermano.

¿La chica yeyé es lo mejor que ha cantado en su vida?

No, pero es lo más popular. En mi época de progresía, sentí un fuerte rechazo por ella. Pero ahora quiero que se la aprenda mi nieto.