Ha sido el líder de Los Toreros Muertos, también presencia habitual en la pequeña pantalla y hasta ha dirigido una película, «Atún

y chocolate». Ahora se centra en la escena, yéndose de gira con el espectáculo «Venecia bajo la nieve».

Venecia bajo la nieve supone su regreso a la escena después del éxito de La curva de la felicidad, que estuvo un porrón de tiempo en escena.

Siete años. Un éxito.

Un éxito, sí... Y eso que no frecuenta demasiado las tablas.

Cantando ya hago mucho teatro... Y teatros. Hice La curva de la felicidad por probar a ver... Y funcionó tan bien que no he podido hacer nada más en estos años. De repente, me di cuenta de que quería hacer otro espectáculo para aprender a montar una función desde el principio; se me había olvidado. He trabajado con Gabriel Olivares, que es el director, y he aprendido un montón.

¿A los cuarenta años hay demasiados tipos con complejo de Peter Pan?

Bueno, he conocido alguno. He conocido a algún compañero de curso mío que me lo he encontrado después de muchos años y estaba exactamente igual que cuando la Universidad. Prácticamente me pedía que nos vistiéramos de tunos. Y eso que yo nunca he sido tuno. El complejo de Peter Pan se sufre sólo cuando tienes 40 años; a los 30 todavía eres un adolescente. Esto te lo digo yo, que tengo 48 y soy un niño. El prodigio de esta obra que hemos hecho, si me lo preguntas...

Se lo pregunto, sí.

Pues te lo respondo. Gabriel Olivares, el director, nos ha hecho un traje a cada uno de nosotros.

¿El teatro da caché?

Eso me preocupa muy poco. Antes la gente necesitaba hacer algo de televisión o cine para hacer teatro, que es donde estaba el pan.

Y ahora el pan está en la televisión.

El pan suculento, el pan grande, sí, está en la televisión. El teatro, miguita a miguita... Es trabajo diario y no hay cosa que conserve mejor a un actor que el trabajo diario. Mira qué estupendos están Arturo Fernández o Paco Valladares.

¿Se tomaría un cubalibre con Ramón, su personaje?

Sí, sí me cae bien. Dijiste que era metódico. A mí la gente me gusta y yo a la gente siempre la perdono. Tiene esa cosa medio machista de ningunear a su esposa, se burla de ella, esa cosa habitual de los cobardes... Y acaba pagándolo. Hay algo de mí en eso: me gusta mi independencia... Y eso que no soy nada independiente: vivo en pareja, tengo hijos, pero bueno, por lo menos puedo «querer ser» independiente. Y sí, yo me tomo copas con casi todo el mundo. No tengo problemas.

Actor, humorista, pintor... ¿El que mucho abarca poco aprieta?

En eso te voy a dar toda la razón. Me gusta mucho trabajar, cuando no lo hago, malo. Malo para mí. Pintar era algo que hacía cuando era más joven, luego me convertí en los propios muñequitos que creaba.

¿Cómo era Pablo Carbonell cuando era una estrella del rock?

Voy a ser muy sincero: estaba bastante salido. Ahora no tanto. Los palos de la noche te hacen ir pronto al hotel. Yo me divertía mucho. A ver, también me lo paso muy bien, pero de una forma más pausada. Antes era un trueno. A mí no había quien me acostara. Llegaba a las habitaciones de los hoteles y decía: «qué pena, no voy a usarla porque voy a cerrar el último garito de este pueblo».

¿Ha recibido ya la última liquidación de la SGAE?

Sí. Fui corriendo a por ella. [Risas] Antes de que se declaren en suspensión de pagos. Fui a cobrar hace tres días e iba con esa idea en la cabeza. Sí, me pagaron.

¿Qué le parece el lío que se montó allí?

No estoy muy informado: me pilló en Colombia, cantando con Los Toreros Muertos. ¿Sabe lo que pasa? ¡Es tal el mareo! ¡Hace tanto tiempo que no escucho una verdad completa! Echo de menos a Dios, que diga: «Usted es el que ha robado, usted es el que tiene que ir a la cárcel». La SGAE tiene mala prensa, pero la gente tiene que comprender que las canciones no nacen en las macetas.