De las múltiples historias que anota en sus libretas, Luis Leante eligió la del atentado anarquista como una forma de reivindicar la memoria. Mientras lanza su nuevo título, este profesor murciano afincado en Alicante imparte clases de Literatura y Cine en el Centro de Estudios de Ciudad de la Luz y prepara el guión de Mira si yo te querré, novela que le proporcionó el Premio Alfaguara en 2007 y que espera ver en la gran pantalla. Ahora ha cambiado las cámaras de vigilancia del instituto alicantino donde daba clase, y que le costaron un expediente tras desplazarlas al considerarlas una intromisión en la libertad, por las cámaras de cine, «que son mucho más agradables», dice.

En Mira si yo te querré hacía a sus lectores viajar al Sáhara; en La luna roja, a Turquía y en Cárceles imaginarias, a Filipinas, Valparaíso y Barcelona...

Sí, todas mis novelas son en realidad una búsqueda de los personajes. Una búsqueda exterior, pero también una búsqueda interior. En este caso está justificado el viaje porque es un personaje que vive una historia circular, termina el viaje donde empieza a nivel personal. Pero también es un ciclo que arranca en Barcelona y acaba en Barcelona.

El doble plano entre pasado y presente también aparece.

Es un poco la búsqueda del pasado como clave para entender el presente. Podía haber contado solo la historia del protagonista y era suficiente para lo que yo quería, pero estaba más claro el paralelismo entre el personaje que vive en el presente y el personaje del pasado con una conexión que trato de hacer a lo largo de la novela, que los vincula a los dos. Eso enriquecía la novela y la alejaba de ser una novela histórica, que no lo es, pero por otra parte la hacía también actual.

Ha mencionado la novela histórica. ¿No cree que hay cierta saturación?

Sí, ha habido mucha novela histórica en las estanterías de novedades y, lo que es peor, sobre todo de pseudonovela histórica porque se vende como tal novela que en realidad es ficción que tiene una base histórica pero no cuenta acontecimientos históricos. Y eso es peligroso porque hay gente que lee novela histórica como si fuera un libro de historia.

¿Por qué el atentado anarquista del Corpus en 1896?

Porque es un hecho histórico importante. Lo que se produce es un atentado que se convirtió en uno de los detonantes que va a llevar a una de las represiones más brutales que se produjeron en el siglo XIX. Y ahí se pone el Estado al nivel de los propios anarquistas, hay un terrorismo anarquista y un terrorismo de Estado, porque empezó a haber detenciones, juicios, torturas, desapariciones, se fusiló y se deportó a gente. Aquello supuso una protesta internacional.

Dice que buscamos en el pasado respuestas que no encontramos en el presente. ¿A qué preguntas responde su novela?

En este caso son más respuestas individuales y familiares que respuestas políticas. Las respuestas las buscan investigando su pasado, sus zonas oscuras, sus secretos familiares. Es más una respuesta personal que política y social, lo que ocurre es que el marco en el que se desarrollan estos personajes política y socialmente es muy atractivo.

¿A qué cárceles imaginarias hace referencia el título?

Son esos elementos que impiden que el hombre sea libre. Los movimientos políticos y sociales luchan por conseguir una libertad colectiva, pero a veces el propio individuo se encierra en sus cárceles de las que no es consciente. Luchas por una libertad física pero luego la libertad interna es la que puede esclavizar a uno. Cada personaje es esclavo de sí mismo por cuestiones distintas. Uno porque cae en un pozo vital por la muerte de una mujer y otro es una víctima de sí mismo, se encuentra en una prisión que es su carácter, que le impide ser libre.

Habla de no enterrar la memoria, algo de plena actualidad.

La historia nos ayuda no porque hace que no repitamos errores sino porque es una manera de entender el presente. La memoria histórica es importante, pero no como un arma arrojadiza. Es fundamental para que una sociedad termine de cerrar sus heridas. Es una cosa que tiene que estar por encima de lo social y lo político, porque si no ocurre lo que ha ocurrido con el juez Garzón. Cuando se ensucian las cosas no se puede avanzar. Habría que estar por encima de cuestiones políticas. En primer lugar la Justicia, que tendría que dar ejemplo y ser independiente, pero también los políticos y los ciudadanos.

¿Cree que es un buen momento para la literatura?

La literatura ha estado ahí siempre. En general la creación, la literatura, la pintura, la escultura, el cine... tienen que seguir su propio camino sin dejarse llevar por lo inmediato. Ahora es mejor momento que nunca para la literatura porque es una forma no de huir, pero sí de entender al ser humano. Es una manera de mantener la cordura.

¿Dígame porque los recortes no deben cebarse especialmente con la cultura?

Siempre ha sido así. En el momento en que hay recortes, incluso con crisis más leves y pasajeras, siempre se ceba con la cultura. No debería ser así, pero no está en la mano de los ciudadanos.

¿Y con la educación, desde su punto de vista como profesor?

Es un retraso para cosas que se han logrado a lo largo de muchos años. La educación no se consigue exclusivamente con buenos propósitos ni con la buena voluntad del profesorado y de los políticos, necesita una inversión económica. Cuando las condiciones laborales retroceden, y no me refiero a los sueldos de los profesores, eso es anecdótico, la calidad de la enseñanza también. La pregunta es hasta dónde vamos a retroceder, ¿hasta los años 80, 70 o 60? Porque en algunas cosas hay elementos de la enseñanza que se daba en los 60, como el número de alumnos, que ya se está dando, con 40 y 42 por clase.

¿No le apetecería escribir de la crisis, de la falta de ética en la política, de la justicia...?

En absoluto. Esa literatura ya se está haciendo día a día en la prensa. Yo intento huir de eso.