Lleno absoluto para un humanista absoluto. Recibido con el público en pie y un torrente de aplausos, José Luis Sampedro llegó al salón de actos del Rectorado de la Universidad de Málaga, donde el Ateneo malagueño quiso reconocer la sobresaliente trayectoria, el compromiso social, el sentido de la ética universal, la calidad humana y la extraordinaria obra literaria del Premio Nacional de las Letras Españolas 2011. Su lucidez, entusiasmo y la honradez intelectual de su obra le han hecho merecedor del distintivo del Ateneo, el ágora que el autor de La sonrisa etrusca, con 95 años recién cumplidos, levantó con sus dos manos y con todas sus fuerzas como ejemplo de la juventud de su pensamiento.

Desde su atalaya, Avenida de la República, nombre de la casa de José Luis Sampedro (Barcelona, 1917) en la Cala de Mijas, se desplazó el escritor y economista para agradecer a los presentes que «sus mensajes hayan sido oídos». Ha estado un mes en cama y los rigores de la edad no impidieron que el autor del prólogo de la edición española de ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel, donde explicó las razones del ocaso de la sociedad y con el que se convirtió en un baluarte del Movimiento 15-M, transmitiera nuevas pinceladas de su sabiduría.

«Llevo unido a Málaga desde hace 40 años y estos actos es lo más importante para un autor, más que los premios. Cuando un artista crea, porque es su necesidad vital, su forma de expresarse, está en soledad, en una isla. Ahí escribe mensajes, los lacra en una botella y los echa al mar. Este acto representa que el mar devuelve esas botellas y que alguien ha reconocido esos mensajes, han sido oídos», expresó ayer con gran emoción.

Y también desplegó su gracejo, en varias ocasiones, el defensor a ultranza de una economía más humana, más solidaria y capaz de contribuir a desarrollar la dignidad de los pueblos. Nada más empezar, aseguró: «He venido como el personaje del chiste: a decir que no puedo venir, pero tenía que estar aquí para agradeceros este reconocimiento.

Fue casi al rubricar su intervención, cuando Sampedro, considerado la mente más lúcida y más joven de 95 años de España, afirmó con ironía: «Espero que con este acto el Ateneo no sufra por haberme invitado». Y es que el autor de Octubre, octubre recordó una curiosa anécdota: «En una de esas encuestas que se realizan sobre hábitos de lectura, Javier Arenas, candidato del PP a la presidencia de la Junta de Andalucía, dijo que no debería leer nadie La sonrisa etrusca», lo que provocó las risas del público. Definido a sí mismo como un «descatalogado», siguió la senda de la carcajada al recordar el histórico gol de Cazorla hace días en el Santiago Bernabéu. «No soy un forofo del fútbol, pero ese gol me llenó de alegría», afirmó Sampedro que acabó su discurso con estas palabras: «Perdonen que me vaya a mi cubil esperando a que me llamen», frase que provocó de nuevo los aplausos del público.

A este reconocimiento, que ha contado con la colaboración de la Universidad de Málaga, se sumaron numerosos representantes de la sociedad cultural y académica malagueña. Todos quisieron expresar su particular homenaje a Sampedro. El director del Ateneo, Diego Rodríguez, quien recordó la conferencia inaugural, que pronunció José Luis Sampedro en el curso académico 1974-75 de esta institución cultural. «Desde entonces, usted ha sido un ateneísta en el mejor sentido del progresismo intelectual», subrayó Rodríguez, quien ensalzó la trayectoria de Sampedro. «Sus libros nos han equipado muy bien para la vida. Gracias por ofrecernos una obra útil para todos.

El escritor y articulista de La Opinión Guillermo Busutil, quien apeló a las «luces del humanismo» de la obra de Sampedro. «Con usted hemos aprendido que somos más que cifras, que la cultura es la base del pensamiento, que escribir es pensar y vivir la vida. Mientras me hago mayor, pensaré en estas palabras suyas».

Julio Neira, director general del Libro, Archivos y Bibliotecas de la Consejería de Cultura, asumió el espíritu provocador de Sampedro y apeló al «valor, a la rebeldía del mayor». «Lo joven es un accidente que se pasa con el tiempo. El mayor sigue transmitiendo sus principios e ideales».