La Semana Santa de Málaga está reconocida como una de las más importantes e impresionantes de todo el país. Su monumentalidad y grandiosidad la hacen única y es una seña de identidad que sorprende al que por primera vez la visita. Siglos y siglos de arraigo y muchos años de tradición y constancia han propiciado que nuestra Semana Mayor sea un motivo de orgullo de muchos malagueños que no sólo ven en ella una muestra de devoción y religiosidad, sino también un expresión muy elaborada de arte y folklore.

Pero la Semana Santa, a pesar de ser una tradición muy arraigada, está en continua evolución y la de hace treinta años, aunque parece que todos los años es la misma y no cambia, no tiene nada que ver con la actual. Para empezar, hace tres décadas, la mayoría de las cofradías montaban sus tronos para realizar sus desfiles procesionales en los ya desaparecidos tinglaos, unos gigantescos toldos que muchos malagueños intentaban abrir para curiosear sobre cómo iba el montaje y algunos se ofrecían voluntarios para echar una mano. Fueron los años donde la juventud decidió apuntarse en masa a sacar los tronos con traje de chaqueta y corbata, donde resurgieron las cofradías del Domingo de Ramos y donde los cruces en la Alameda eran un auténtico espectáculo.

La Semana Santa de los años ochenta fue la explosión de una nueva era. Atrás se quedaban los difíciles años donde incluso se temió por su supervivencia tras la dictadura.

Recuerdo, muy pequeño, vivir emocionado con mis padres la estación de penitencia que la Cofradía de los Estudiantes realizaba en la Plaza del Obispo desde el balcón del Ateneo de Málaga y ver como desde lo más alto de la Catedral, mientras terminaban los últimos compases del Gaudeamos Igitur, se lanzaba un gran castillo de fuegos artificiales que hacían del momento algo mucho más mágico. A mi padrino Pepe Trillo le encantaba llevarnos a ver el cruce que Estudiantes y Gitanos hacían en la Alameda y que ponía a Málaga entera de pie emocionada. Mi madre me despertaba, porque yo se lo pedía, a altas horas de la madrugada para bajar juntos y ver el encierro del Chiquito y la Perchelera entre saetas, bengalas, romero y bailes al son de la Retreta Floreada.

La Semana Santa de hoy está muy consolidada, con casas hermandades de lujo y varios pisos, gracias a la apuesta que la ciudad ha hecho por muchas de ellas, con un patrimonio cada vez más rico e importante y con más cofradías que desfilan por el recorrido oficial que entonces. Pero a pesar del impulso que Antonio Banderas y muchos cofrades vienen realizando, cada día se respira más en el ambiente una Semana Santa muy institucionalizada, donde las decisiones se toman entre muy pocos y no se tienen en cuenta el interés general ni el sentir de la ciudadanía.

Los horarios de salida de algunas cofradías se han adelantado tanto que las primeras en pasar por el recorrido oficial lo hacen con el sol dándoles de lleno y con las sillas de la Alameda y la calle Larios absolutamente vacías. Parece que se ha instalado la corriente en muchas hermandades de no quedar las últimas en las calles y para eso la mayoría presionan para cambiar sus horarios. Al recibir la negativa de otras cofradías a modificar sus itinerarios actuales, nos podemos encontrar con la insólita noticia (como ya ha pasado hace unos días) de ver publicado en los medios de comunicación que la Cofradía de El Cautivo se plantea salir el Lunes Santo la primera, sobre las doce de la mañana; algo que sería un grave error.

Igual que la ciudad se ha volcado con las cofradías y la mayoría se ellas se ubican en terrenos propiedad de todos los malagueños, el ordenamiento y la estructuración de la Semana Santa Malagueña debiera ser objeto de un debate y posterior reorganización más allá de los entornos de poder del ente agrupacional; algo así como un plan estratégico de la Semana Santa de Málaga, donde confluyan no solo las cofradías sino otros organismos como el Ayuntamiento, la Junta de Andalucía o el Patronato de Turismo de la Costa del Sol y, por supuesto, el Obispado.

Si queremos que la Semana Santa de Málaga tenga futuro, la juventud debe ser un baluarte no solo como partícipes dentro de las cofradías, sino como espectadores de la misma y en ese contexto la noche forma parte del rito, del sentimiento y del espectáculo. Si el Domingo de Ramos malagueño es algo reciente en nuestra Semana Mayor, ¿por qué no nos planteamos reubicar cofradías en distintos días, abrir la posibilidad de tener en Málaga un Sábado Santo procesional o una madrugá en vez de ir a la solución más rancia? Podemos pensar una nueva Semana Santa.