El rock goza de una mala salud de hierro. Siempre lo quieren matar, pero ahí sigue, rebelde e inconformista. ¿Cuál es la vigencia de esta música hoy?

El rock es un espíritu, una forma de ver las cosas, una música en la que la energía es fundamental y siempre ha estado donde tenía que estar, en un segundo plano y un poco olvidado de los medios y de la oficialidad, yo diría que afortunadamente. Nunca ha sido una música de moda, dice cosas que no convienen y eso molesta. No es que no aparezca en las revistas de moda, es que no aparece en casi ninguna, pero así ha sido siempre.

Vivimos en una época Cuéntame, empapada de nostalgia, pero parece que lo único que ocurrió en este país hace 30 años fue la movida. Lo demás se ha olvidado, como por ejemplo toda la escena roquera a la que usted perteneció, con grupos como Leño, Ñu o Burning.

Empecé antes de la movida. Había una serie de grupos de rock, y estaba todo por hacer. Intentábamos ponerlo en marcha. Me gustaría pensar que el trabajo que hicimos ha influido a los que han venido después.

Usted es un reconocido cronista urbano, más concretamente un cronista de barrio, inspirado en su Carabanchel. Los barrios han cambiado mucho, nucleados ahora en torno a los centros comerciales.

Los barrios no tienen mucho que ver con lo que eran. Pero también cambiamos las personas con el tiempo. Sería imposible pensar en el barrio que yo viví cuando tenía quince años y pretender que siga igual ahora. No sólo por el barrio sino también por mí y por la gente. Ahora hay más personas de fuera en los barrios y antes había más contacto, se hacía más vida de calle. Yo estaba en la calle mañana y noche. Esa vida tenía sus riesgos. Algunos lo pasaron muy mal y otros se quedaron en el camino, porque en aquella época nos tirábamos de cabeza a todo.

El servicio militar le cortó la incipiente carrera musical cuando empezaba a despuntar. Alguien un día tendrá que contar los efectos perniciosos de la mili en el pop-rock español, empezando por Los Pecos.

Sí. Yo empezaba con Ñu, habíamos ganado un concurso y creíamos que teníamos posibilidades de hacer algo importante. Llegó la mili y lo tuve que dejar, pero así eran las cosas entonces, no había otro remedio.

¿Qué planes tiene para al futuro?

Ahora que la actividad del directo ha descendido a la mitad por esto de la crisis, me tengo que poner a componer nuevas canciones para el próximo disco.

Keith Richards espera envejecer sobre el escenario tocando rock, a la manera de un "bluesman" añejo. ¿Cree usted que el rock, un género en el que la energía es fundamental, se puede tocar siendo un anciano?

Tengo 58 años y me sigo sintiendo bien en los conciertos que doy. Es cierto que los años se notan, pero no sobre el escenario. Yo me doy cuenta cuando me bajo, cuando ya ha terminado el concierto, o a la hora de viajar en las giras, que se hace más pesado.