Le conocerán por sus alocados pero certeros «articuentos» semanales para La Opinión, «Paraíso Mutante». Es también el líder de Messina Park, una estimulante banda que presenta su nuevo álbum, «Escritura automática», el 27 de abril en La Cripta. Una cita ineludible.

En mi opinión, Escritura automática es un trabajo más sereno, más texturado y más rico compositivamente que anteriores entregas de Messina Park. ¿En qué cree que ha avanzado con este disco?

Es un paso más en mi evolución como artista. Es un disco complejo y ambicioso. Intento mejorar día a día, disco a disco, como escritor e intérprete. Ocurre que cada disco de Messina Park tiene un enfoque diferente en lo sonoro: A este lado de la metáfora era un disco de guitarra eléctrica; Navajo, de guitarra acústica; Escritura automática es un disco de teclados. Probablemente por eso dé impresión de mayor textura. Cada disco de Messina Park refleja el momento que vivo, y mi vida se ha vuelto más complicada con los años. Quizás esté ahí la clave.

El disco no sale, de momento, en formato físico. ¿Cómo será el lanzamiento?

Hemos encontrado una solución para sacar la edición física. La idea es regalarlo con la entrada al concierto de presentación, pero dada la premura de fechas, no me atrevo a garantizarlo aún. Mientras, estamos lanzando las canciones paulatinamente, un tema cada semana, a través de soportes online: Facebook, Bandcamp, MySpace... El objetivo ahora mismo es conseguir la mayor difusión posible, que la gente pueda acceder gratuitamente a nuestro trabajo, saber lo que hacemos.

Quince años messinos, muchos más dedicados a la música en diferentes aventuras. ¿Cree acertado lo que dicen muchos, que el éxito no es más que la satisfacción personal con el trabajo realizado?

A estas alturas de la película, el éxito es satisfacción personal, no te queda otra. Dada la precariedad de medios con los que funcionamos, hay que tomarse cada disco como un éxito, sin duda. Hemos financiado el disco con el dinero que obtenemos tocando en directo. Eso nos ha llevado tres años. Hace falta mucha visión de túnel.

¿Espinas clavadas?

Con los años desarrolla uno bastante coraza. Lo importante son las canciones; lo demás es secundario. Hombre, me gustaría trabajar en mejores condiciones, sin tantos obstáculos. Y conseguir una formación estable en el grupo también estaría bien. Pero vamos tirando.

Vive, según su propia confesión, aislado en su propio mundo, desconectado absolutamente de una supuesta escena musical malagueña. ¿Cuántas ventajas y desventajas le aporta esa situación?

Vivo alejado de todo, no sólo de la escena musical malagueña. Llegó un momento de mi vida en el que, por cuestiones personales, necesitaba soltar lastre, pero de manera urgente. En cuanto a la escena malagueña, no sé si existe eso. Cada uno hace la guerra por su cuenta. Ojalá hubiera algo organizado, todos saldríamos ganando. Y más con la de talento que hay. Por contra, la principal ventaja es que ahora puedo focalizar los asuntos que me interesan, evito el ruido de fondo, y aunque sienta que me estoy perdiendo cosas, Interactuar, he encontrado un cierto equilibrio que me permitió mejorar como escritor. Supongo que eso era lo que buscaba... Encontrarme.

Da la impresión de que disfruta mucho más confeccionando un disco, componiendo y grabando, que encima de un escenario. ¿Es así?

Paul Simon dijo que el directo es una forma de expresión artística de segundo orden. Pero entiendo la necesidad de salir al directo, darle vida a las canciones, que los músicos se sientan, eso, músicos. Uno de los problemas, al menos a nivel de salas pequeñas, es que el tema del directo ha degenerado mucho. Se abusa de las versiones y apenas hay espacio ni respeto para la creación original. Los grupos se han abandonado a eso. Lo creativo, para mí, está en la composición, en el estudio de grabación... Pero acaba uno desarrollando cierto complejo de profesor chiflado. En ese sentido, es verdad que a veces hay que salir ahí fuera a ver qué pasa.

Muchos cantantes de sus propias canciones, por huir del cliché de cantautor, se refugian en cierto cinismo o ambiente críptico. A usted, sin embargo, siempre se le nota cómodo con lo que canta, a pesar de ser una persona muy tímida. ¿Cómo es ese proceso de zafarse de su propia sombra?

Me sorprende su pregunta porque se me suele tachar de críptico. No lo soy. Mis canciones hablan de temas bastante claritos. Lo que ocurre es que quizás exigen un cierto esfuerzo intelectual, y la gente no está por la labor. No me gustan las poses. Lo que escribo es lo que soy. Soy un tipo reservado, sí, y a veces se me ha malinterpretado por eso. En realidad, la música es mi armadura social. La primera vez en mi vida que me sentí fuerte tenía una guitarra colgada. El rock and roll, las canciones pop me han permitido enfrentarme al mundo. No puedo zafarme de mí mismo, aunque a veces no me guste lo que soy. No hay cinismo. No hay personaje. Little Richard abría la boca para cantar y lo que salía era liberación. Eso es el rock and roll para mí. Libertad para ser yo mismo.

Siguiendo con la anterior pregunta, siempre hace hincapié en ser accesible en sus canciones, una palabra que, repito, tiene mala fama entre algunos compositores, como si fuera un descrédito el ser, digamos, asequible. ¿Cómo busca y consigue ser accesible?

Se confunde accesibilidad con comercialidad, lo cual es absurdo. Y conste que me revienta el que el éxito en la música esté demonizado. Lo que me interesa es expresarme, más que comunicar. La diferencia estriba en que al buscar sólo comunicar, el mensaje se puede ver condicionado por las expectativas del oyente. En cambio, al hablar de expresión, al formar ideas, la clave está en lograr que los temas que me obsesionan lleguen a calar en el público. Discos accesibles, vale, pero sin renunciar a mi estilo.