Los diestros Iván Fandiño y el malagueño Jiménez Fortes pusieron todo de su parte para sobreponerse a la invalidez de los toros en la octava de la Feria de Abril de Sevilla celebrada ayer en la Maestranza. Decepcionó por completo el encierro de El Ventorillo, una ganadería que en temporadas anteriores ofrecía las suficientes garantías para los espadas. Pero, visto lo visto, parece que las principales figuras le han dado la espalda a este hierro que ayer compareció en la plaza de la Maestranza en un cartel de tintes esperanzadores pero aún modestos.

Torear, lo que se dice torear en el sentido más clásico del verbo, lo hizo el vasco Iván Fandiño, un sólido diestro en trance de lanzamiento definitivo al que se le vio muy dispuesto desde que se asomó al ruedo para recibir al segundo con un bello y terso ramillete de verónicas que revelaron la calidad que atesora. Con la muleta fue otro cantar aunque el diestro de Orduña se fajó con él por el pitón izquierdo queriéndolo llevar siempre muy hacia adentro pero el toro de El Ventorillo se quedaba demasiado corto. Fandiño se puso siempre de verdad por ambos pitones pero el toro se acabó aplomando y no quedó más remedio que matarlo con prontitud.

Volvió a salir muy mentalizado para aprovechar al quinto, un animal con fondo de nobleza pero muy escaso de fuerzas que fue muy protestado en los primeros tercios. El diestro vasco lo pasó en varias series diestras dichas muy para adentro y en redondo. Quizá erró tácticamente Fandiño descubriendo demasiado tarde el buen fondo del pitón izquierdo del toro pero a esas alturas cabía muy poco que hacer.

En cualquier caso, sí hay que salvar y destacar el valor seco y la entrega consciente del joven matador malagueño Saúl Jiménez Fortes, que confirmó en la Maestranza que las buenas sensaciones que había dejado en este mismo ruedo en su etapa como novillero no era ningún espejismo.

Fortes se fajó de verdad con el tercero del frío festejo, un toro manso que amagó siempre con rajarse y al que enjaretó un toreo de cercanías y un angustioso arrimón que certificó sus ganas de ser.

Estuvo más a gusto con el sexto, un sobrero de Montealto que manseó de salida pero rompió hacia delante en la muleta. Jiménez Fortes volvió a mostrarse firme como un roble aunque quizá un punto desacoplado en las mejores arrancadas de su enemigo. El malagueño apretó el acelerador acortando las distancias y abusando un punto del metraje en un epílogo de faena dictado entre los pitones que puso a todo el público de acuerdo.

No respondió a lo mucho que se cuenta de él el riojano y ya veterano Diego Urdiales, que apenas se decidió a meter mano al brusco primero y mostró demasiadas inseguridades con el sobrero de El Ventorrillo que hizo cuarto. Ese toro tenía una descompuesta movilidad que exigía seguridad y mayor apuesta.