El autor belga, generalmente asociado a la clásica contemporánea y al minimalismo pero mucho más flexible en sus estrategias, vuelve hoy al Teatro Cervantes en formato de piano trío, para interpretar temas de su ingente catálogo y de su más reciente disco de estudio, «Series of Ands: immediate givens».

A diferencia de otros autores de su generación, que han gustado de las élites y de cierto cripticismo, usted siempre ha confesado el valor que tiene el entretenimiento y llegar a la mayor cantidad de gente posible. ¿Le ha marginado esa postura en el ámbito de la composición contemporánea?

Es verdad que estamos viviendo un momento de democratización, de abandono del pensamiento de élites, de auge del hombre corriente (el mismo nuevo presidente de Francia, François Hollande decía el otro día: «Yo soy un hombre corriente»). Esto es debido en gran parte a la globalización, al efecto de las redes sociales y de internet, que han tenido su mayor impulso hacia 2004 o 2005. En mi opinión, ésta es la única opción de la música contemporánea para sobrevivir en el contexto social que le rodea, no mirando desde arriba hacia abajo, sino conectando con el hombre/mujer corriente. Para conectar con el hombre/mujer corriente, tiene que existir un equilibrio entre la teoría y la práctica. En la música que compongo no tengo límites de géneros ni de composición, y por ello se crean aperturas que conecten con toda la gente.

¿Qué músicas escucha Wim Mertens que en principio jamás creeríamos que escucha Wim Mertens? Una vez leí que le gusta Lady Gaga…

Siempre intento descubrir las nuevas voces que irrumpen en el panorama musical cada 5 ó 6 años, por la manera tan rápida que tienen de conectar con el entorno social que les rodea. Últimamente he dado el ejemplo de Lady Gaga, pero también de Lana del Rey, o mucho antes, Bob Dylan. Debemos estar atentos a los fenómenos que surgen en todos los ámbitos musicales. Es interesante constatar que la evolución es más rápida en el pop o en el rock que en la música clásica, que quizás se basa en reglas estándares, y no realizan la aproximación al contexto social. La propia forma en la que yo canto es una táctica para escapar de los estándares, y para encontrar la propia voz, la voz interior.

¿Qué ha quedado del minimalismo, esa corriente con la que tanto se ha asociado su música (aunque usted no comparta la vinculación), años después de su apogeo popular?

El minimalismo es un género que se desarrolló entre los 65 y los 90 y después murió. Es un término que se debería utilizar únicamente asociado a la música que se realizó en ese contexto. Sí que es verdad que fue un movimiento que surgió en EEUU, de manera espontánea, no basado en la autoridad, de lo que han aprendido muchas generaciones, y fue una actitud muy característica de EEUU en los años sesenta. Los movimientos que se están realizando ahora en la música también son espontáneos.

Es célebre en internet su entrevista con John Cage. ¿Qué aprendió del maestro?

Es cierto que últimamente se está difundiendo mucho esa entrevista. Fue una conversación de 20 minutos. Por coincidencia, la he escuchado últimamente, y Cage hablaba de varias cosas. Por un lado, decía que cada persona puede ocuparse de sí mismo. Y que cada persona debería ser más autónoma en su camino. Y también hablamos de Glenn Branca. John Cage tenía una gran confrontación con las composiciones de Glenn Branca. Yo era, y aún lo sigo siendo, fan de Glenn Branca, pero Cage tenía una confrontación negativa. Recuerdo que temblaba, cuando hablaba de él. Fue muy interesante constatar dos actitudes tan diferentes ante la misma música.

El mundo actual, lleno de caos económico, ¿le inspira o le hace aislarse en su trabajo?

Para mí es un factor inspirador, porque es la primera vez que todos los días en la televisión, que se dice continuamente: «Nunca hemos vivido esta situación antes». Ha ocurrido algo imprevisto, que la gente no había calculado. En ello están implicados altos directivos, bancos, la bolsa, y todas las personas. Sólo desde la arrogancia de la mentalidad occidental podemos pensar que teníamos todo controlado, pero no es verdad. Contamos en todo momento con el elemento del azar, de lo imprevisto.

Ha cambiado notablemente las formas de audición de la música, han cambiado los formatos. ¿Abraza usted el formato mp3 o le parece una pérdida importante de información?

El formato mp3 me gusta muchísimo. No tanto por el mp3 en sí, que tiene diferentes calidades, sino por el concepto de móvil. La portabilidad de la música es una ventaja enorme, y yo mismo estoy sorprendido por las infinitas posibilidades de acercamiento a la música. En cuanto a la calidad, es verdad que escuchar la música desde unos altavoces profesionales es mucho más apasionante, pero el poder llevar la música contigo también lo es. Hoy en día la gente no presta tanta atención a la calidad, sino a a las letras, o al sentimiento de identidad de grupo, a la interactividad con los otros. Es un movimiento evolutivo, no hay vuelta atrás.

Cuando revisa su ingente catálogo, sus piezas del pasado, ¿qué siente? ¿Se reconoce o se detesta?.

Hasta hace muy poco, tan sólo unos meses, no estaba confrontado a mi música pasada. Ahora con el iPhone la escucho fácilmente en cualquier momento. Es muy interesante, porque el hecho de mirar atrás no suele ser agradable. Sin embargo, ahora que es un fenómeno que no conlleva ningún esfuerzo, se nos ofrece una nueva manera de afrontar la evolución de las cosas. Por ejemplo, ¡a mí me da una satisfacción enorme comprobar que he sido capaz de componer tantas cosas! Yo mismo no puedo escuchar todas las composiciones. El hecho de tener gran parte de mi música disponible en Spotify o iTunes dará un retrato de mi música muy diferente, que no estará capitalizado por el formato.