aul Berman, escritor e influyente ensayista neoyorquino, ya había formulado en Terror and liberalism, un best seller publicado en 2003 por el New York Times, su teoría de que los movimientos totalitarios son desde el final de la Gran Guerra europea la consecuencia de la falta de éxito o bien del fracaso rotundo de las civilizaciones liberales. Las ideologías de signo totalitario promueven diferentes mitologías del mundo, paranoicas, apocalípticas, utópicas, obsesión con la pureza de la raza y, últimamente, nihilismo. Nada digno de consideración desde el punto de vista de la inteligencia, pero impelidas por la adversidad irrumpen y se expanden en los momentos cruciales de la historia en que nadie está allí para cerrarles el paso.

Berman, colaborador habitual de la New Republic, del New York Review of Books y de otras publicaciones de prestigio, ha intentado siempre que ha podido trazar un paralelismo entre los movimientos fascistas de la Europa de los años 30 y 40 y el mundo musulmán actual favorable al islamismo radical.Para él existe entre unos y otros un espíritu de fraternal armonía.

Las políticas de apaciguamiento del período de entreguerras han debido de influir también en la contemporización que en la actualidad mantienen algunos intelectuales progresistas que prefieren la equidistancia a enfrentarse abiertamente a la islamización en Europa o a los apóstoles encubiertos del fundamentalismo, como es el caso de Tariq Ramadan. Ramadan comparte desde la raíz familiar –es nieto de Hasan al-Banna– los principios de los Hermanos Musulmanes, la organización fundada por su abuelo, al tiempo que defiende la compatibilidad de una modernización árabe con la rigidez coránica.

Este último aspecto aparentemente renovador y ortodoxo le permite gozar de las simpatías de periodistas e intelectuales liberales como Ian Buruma que, por contra, no duda en colocar a Ayan HirsiAli, la somalí que por defender los derechos de las mujeres musulmanas se puso en el punto de mira del integrismo, en el mismo saco que a personajes de la ralea del ultraderechista holandés Geert Wilders, o los dirigentes del Tea Party Newt Gingrich o Sarah Palin. Buruma se equivoca al identificar a unos y otros en un mismo plano de la islamofobia. Está claro que HirsiAli, al igual que el escritor Salman Rushdie, no es una intolerante, sino la víctima dispuesta precisamente a librar su batalla contra la intolerancia.

Berman ha seguido la cruzada emprendida en Terror and liberalism con The flight of the intellectuals, que ahora publica Duomo en España bajo el título La huida de los intelectuales, que destapa el salafismo (fundamentalismo tradicionalista y yihadista) de Ramadan y coloca en primerísima línea de la contemporización progresista a dos liberales que presumen de serlo, Buruma y Timothy Garton Ash. De hecho, Berman considera a los tres compañeros de viaje. A Ramadan, por el sueño imposible de conciliar las ablaciones o las lapidaciones a las adulteras con una especie de Ilustración musulmana. Y a Buruma y Garton Ash, por darle oxígeno y presentarlo ante el resto como un intelectual absolutamente comprometido con la libertad, propagador de un islamismo de rostro humano contrario a sus verdaderas y no tan ocultas intenciones.

Berman recuerda en algunos momentos de su interesante libro el ataque de Raymond Aron al marxismo en El opio de los intelectuales. Él mismo se ve como una especie de George Orwell hablándole de la verdad moral a escritores y periodistas engañados por las apariencias. El holandés Ian Buruma, el caso más singular en esa ambigüedad detectada por el autor de La huida de los intelectuales, se ha mantenido en el catecismo liberal de libertad, moderación y tolerancia. En un impecable artículo publicado no hace mucho y titulado El liberalismo sitiado, Buruma se proclamaba heredero de una vieja tradición europea empujada al abismo por los partidarios de la acción que consideran a los que piensan como él los Chamberlain y Halifax de nuestro tiempo por defender una convivencia europea con el Islam.

Ese antiliberalismo activo frente a las teorías apaciguadoras, a su juicio, procede de la derecha y de la izquierda. El mismo Buruma recuerda las palabras del desaparecido escritor y militante izquierdista Christopher Hitchens:«Los fascistas son los únicos que están en lo cierto sobre la amenaza islámica a Europa». Probablemente por el paralelismo del que hablaba Paul Berman en su teoría de los movimientos totalitarios. No hay mejor libro que el suyo para entender este nuevo cisma de la Ilustración.