Cómo se explica que Philip Roth haya creado dos obras maestras, Sale el espectro y Némesis, en la segunda mitad del septuagenariado, cuando sus colegas ya sólo escriben en el papel con membrete de los sucesivos hoteles de lujo donde se les entierra en vida.

El nuevo Príncipe de Asturias pertenece a la estirpe de los varones que siempre piensan que la camarera que les sirve el café se ha enamorado de ellos, aunque medie más de medio siglo de edad entre ambos. Sexualmente explícito, Roth elevó la masturbación a la categoría de las bellas artes y en su salón tiene expuesta una antigua foto en la que sobresale su órgano viril. Su obra se resiente por la obligatoriedad de publicar un libro al año, para mantener la tensión del Nobel. El autor prolífico no escribe más novelas distintas, sino que repite la misma novela más veces.

El Príncipe de Asturias suele coincidir con las debilidades literarias de Letizia Ortiz. Aquí vuelve a confirmarse como experta lectora, de un novelista que le iguala en carácter. Tras su accidentado divorcio de la actriz Claire Bloom, el escritor reclamó una cantidad por las sesiones en que había ayudado a su esposa a estudiar los papeles dramáticos. Su galardón premia la incorporación de la amargura al repertorio cotidiano y, dado que la literatura se ha convertido en placer exclusivamente femenino, las lectoras se hallan dolidas porque preferían al maratoniano Murakami. El japonés corre por delante de Roth, pero hay que conceder una oportunidad al espectro del éxitus.