Hace muchos años, en esa época dorada del arte a la que hemos dado el nombre de Renacimiento, se pensaba que fuera de Italia no podría nacer nada distinto. Pululaban en aquel entonces por la nación, en forma de bota, un elenco de primeros espadas ante los que había que descalzarse cuando se hablaba, con mayúsculas, claro, de arte.

Era la época que comenzaron Leonardo, Miguel Ángel, Rafael y continuaron Caravaggio o Tiziano. Se pensaba, repito, que nada nuevo, nada de nada podría salir que no naciera en Italia, pero resultó que a unos cuantos miles de kilómetros de la feliz Florencia, en una región pobre y semiolvidada llamada Andalucía, nació un tal Diego Velázquez que lo cambió todo con su saber hacer y su singular mano. Cuando muchos años después el mundo ya no esperaba nada y se pensaba que lejos de París no nacería nada, un malagueño de nombre Pablo y apellidado Picasso, volvió a pegarle una patada en el culo al arte y se inventó una forma de hacer que nadie antes ni siquiera había imaginado.

No sé cuándo volverá a nacer un nuevo genio de la pintura, pues puede que queden muchos años para que nazca algo nuevo que realmente valga la pena. Lo que sí sé es que cuando llegue felizmente ese día, no habrá que buscarlo muy lejos, pues estará en casa, en esa región que aún sigue semiolvidada y que sigue llamándose Andalucía€