Como quien no quiere la cosa, inexorable y lento, se nos ha colado por el bolsillo el verano. Pueden decirme que el estío empieza más tarde pero es que estos calores locos que andamos soportando, no me digan que son de primavera, para mí que es que, como antes decía, se nos ha colado, de contrabando, el verano.

Me acerco a la playa de la misericordia para soportando lo inmisericorde de estos calores, mirar el mar, que plano y más azul que nunca, me susurra a cada golpe de ola su nombre y me retrotrae a ese pasado también inmisericorde de mi lejana niñez.

Recuerdo los cañaverales y las chabolas. Recuerdo la playa desierta. Recuerdo aquellos primeros baños.

Un día, por recordar hasta recuerdo, que decidimos acercarnos y montar un campamento escondido entre las cañas para jugar a inocentes pero picarones juegos con las compañeras de clase. Recuerdo que sonaba música de un engendro que llamaban comediscos y recuerdo escuchar por primera vez la canción Mediterráneo.

Ahora, cuando ha volado el tiempo y todo ha cambiado tanto, recuerdo el roce de aquella mano a la que volví asido otra vez al barrio.