No muchos saben que la revolución punk feminista –eso que en los noventa se dio en llamar riot grrrls, subcultura jaranera y protestona con el hazlo tú mismo y la oposición al machismo como ejes– nació, en gran parte, en Málaga. ¿Conocen a Paloma Romero? Hay muchas, sí, pero, en realidad, sólo una; otra pista: artísticamente, se hizo llamar Palmolive –sí, como la marca de productos para la belleza doméstica–. ¿No? Pues ella, con tres inglesas, se inventó medio punk con el mítico grupo The Slits, una banda hoy de referencia gracias a sus aguerridos himnos punk-reggae y sus proclamas feministas, y, de alguna forma, postergó el suicidio de Kurt Cobain con sus The Raincoats, una de las bandas preferidas del líder de Nirvana. La vida de la señora Romero –hoy Paloma McLardy– es una interesante travesía que merece ser recordada.

Paloma nació el 3 de enero entre nosotros, en Málaga. Desde niña, siempre buscó buscado la libertad, cierta utopía, que, por supuesto, era imposible en una ciudad como la nuestra en aquella época, la franquista –tampoco ayudaba que cursara estudios en una escuela católica, desde luego, ni que tuviera ocho hermanos–. «Cuando vivía en Málaga responsabilizaba de mis frustraciones a mis padres y al régimen franquista. Cuando me sentía vacía siempre echaba la culpa a los demás», comentó hace años la artista en una entrevista con César Estabiel. Con trece años se mudó de su casa, recaló en Madrid pero tampoco aquello fue la mejor solución de todas... Con 17 eneros se marchó a Londres para liberarse.

No era difícil encontrarla en las casas okupadas de la capital inglesa, siempre abrazada a un tal Woody. Con él tenía un grupo, The 101ers, que no habría pasado a la historia si el tal Woody no se cambiara el nombre después a Joe Strummer y si aquella banda no terminara siendo el germen de los totémicos The Clash. El amor se acabó; quedó una gran canción de Strummer dedicada a la malagueña –Keys to your heart– y el apodo con el que entraría en la enciclopedia del punk: cuando Joe presentó a Paloma al bajista de The Clash, Paul Simonon, éste no acertaba a pronunciar bien su nombre, y no podía más que llamarla Palmolive. Y voilà.

Las aventuras en la vida de la malagueña que ocupó la portada del New Musical Express con un vestido de lunares –no se cansaba de desmentir la leyenda según la cual su padre era torero– no dejaban de sucederse. Formó The Flowers of Romance, un grupo con su amiga Viv Libertine y Sid Vicious, antes de que éste se embarcara con los Sex Pistols: cómo sería la banda que Vicious terminó echando a las dos mujeres por su incompetencia técnica. Sí, la malagueña aporreaba realmente mal la batería.

Pero en un concierto de Patti Smith conoció a Ari Up –Arianna Foster, en el DNI– y ahí surgió la idea de formar The Slits. Todo iba sobre ruedas hasta que Ari decidió dejarse aconsejar por Malcolm McLaren, el mánager de los Pistols y el hombre-marketing por excelencia del pop. La Romero andaba con la mosca tras la oreja hasta que todo terminó estallando: McLaren quería que la portada del primer disco de The Slits fuera una foto de las componentes del grupo desnudas y cubiertas de barro. La malagueña dijo enough y se largó por piernas. No terminó tocando en uno de los álbumes más míticos del punk de todos los tiempos, Cut, ni tampoco participando en una portada que sigue siendo recordada en las antologías de las mejores cubiertas de la historia de la música popular. Pero ella tenía su argumento: «¿No es parte del feminismo oponerse a este tipo de degradación?», comentó en una reciente entrevista con 3am. Después llegaron The Raincoats, la banda creada por Gina Birch y en la que Palmolive militó durante una breve pero decisiva etapa. Sus primeros discos siguen siendo reverenciados por la intelligentsia del rock –Thurston Moore, entre otros– y aún estimula esa mezcla de intelectualidad y punk de uno de los debuts clásicos de la historia reciente.

Y ahí se acabó la música. Y las drogas. «Me di cuenta de que algo estaba mal en mi vida. Necesitaba pensar, cambiar, y dejé de fumar, de drogarme y de beber», asegura Paloma. En esa eterna búsqueda de la libertad que es la vida de Paloma Romero empezaba el rastreo espiritual. Se marchó a la India, donde participó en una comuna con un gurú llamado Sai Baba que se decía Dios. Pronto la malagueña se dio cuenta de que aquel hombre no ofrecía respuestas. Más tarde, se enroló en la causa de Vicente Ferrer, ayudando a jóvenes madres de la India, pero tampoco se sentía cómoda: «No estaba preparada para ayudar a otros. No tenía respuestas para mí».

Volvió a España, tuvo a su primera hija, Sandy, y se enroló en un movimiento new age con el que terminó mal –uno de los líderes del asunto la atacó físicamente–. «Estaba desesperada. Todo aquello en lo que había militado me acababa dejando más vacía. Viví la experiencia hippy, el punk, el hinduismo, el yoga, el new age... Pero mi vida no tenía sentido ni dirección», recordó Paloma para 3am. Hasta que se cruzó con una estudiante de enfermería llamada Gillian: «Me dijo que podía hablar directamente con Cristo. Y cuando lo hice toda mi existencia se revolucionó». Pues sí, Paloma Romero aka Palmolive es desde hace 20 años una «cristiana radical», vive en Massachussets, con una congregación que viaja por el mundo ayudando a los pobres y con un grupo musical con letras para acercar al oyente a la espiritualidad. «La excitación que me gustaba del punk, que en realidad era tan superficial, la estoy experimentado de una forma mucho más profunda al servir a Jesús», escribe en la nueva versión de su web oficial, www.palmolive2day.com, que detalla a la perfección el increíble viaje de esta mujer que nació entre nosotros pero que pronto nos dejó para buscar y que se cansó de estériles revoluciones.