Soy un júa, un muñeco de trapo creado para arder junto al mar. Imposible un destino más hermoso. Nací, según se afirma en mi familia, un mes de junio de hace ya muchos años. Junio es el mes de la luz, de los atardeceres infinitos, de la carne, del fuego? El fuego, hermano natural de la noche, extendido a orillas del mar, se yergue como un dragón vegetal y me susurra: eres un recién llegado y siempre lo serás, eres la encarnación perfecta y exacta de lo efímero: baila, baila y bebe alrededor de la hoguera; esta noche, la más corta, es la vida entera.

Baila en la no eternidad del cuerpo, arde en la inquietante extrañeza de una ola que llega y otra que se va para no volver. Sé supremo instante dentro del instante que es. Sé la fiesta y la locura y la belleza y la nada. Sé el que se sienta desnudo en la ventana con los pies pafuera. Sé canción de tres minutos. Sé papel ardiendo en el aire y la sal. Ni tan siquiera esta noche de brujas buenas eres tiempo: el tiempo se derrite en el fuego, y entonces el ahora.