En su ensayo da algunas claves para hacer frente al «totalitarismo de la indiferencia».

El libro es la constatación de una extensión de la indiferencia en la sociedad que quiere decir varias cosas: un cierto apoliticismo, una pérdida de la significación de las palabras y los valores culturales y un predominio de lo económico en cualquier toma de juicio.

¿Están aprovechando los políticos la estrategia del miedo para que el ciudadano pierda el espíritu crítico y se muestre dócil?

Ya Étienne de La Boétie, en el siglo XVI, cuando escribió La servidumbre voluntaria explicaba que esa servidumbre se apoya en tres patas: el miedo, la costumbre y el sistema clientelar de intereses. Cuando las cosas se tuercen la ideología del miedo funciona.

Más de un millón de personas se echaron a la calle en Barcelona para reclamar la independencia, ¿percibe que es un sentimiento mayoritario en Cataluña?

Si es mayoritario o no lo sabremos el día que se vaya a votar. En este momento es un movimiento social muy fuerte y está creciendo clarísimamente. En muy poco tiempo ha pasado de ser casi marginal a alcanzar un protagonismo central en la sociedad catalana. La novedad es que el eje del catalanismo político se ha desplazado desde el nacionalismo conservador hasta la independencia. Su peso exacto sólo lo sabremos el día en que se vote y por eso soy partidario de que haya elecciones lo más pronto posible. Mientras el discurso político se concentra tanto en la economía de la austeridad sin ofrecer perspectiva alguna al ciudadano, el que ofrece una perspectiva que va un poco más allá de la prima de riesgo juega con ventaja y la gente necesita ilusionarse.

¿Cómo interpreta la reacción del rey sobre la manifestación?

Es un error de bulto enorme. El rey, dejando a un lado los mensajes de Navidad, sólo había subido a la red de la política el 23-F. No digo que las manifestaciones no sean importantes, pero las ha colocado al nivel de las situaciones extremas. Está muy presionado por su situación personal, ha creído que tenía una ventana de oportunidad para recuperar su imagen y se ha precipitado. Se ha puesto al borde de su función institucional. El rey no está para hablar, está para callar, salvo en situaciones realmente límite.

¿Es una quimera hablar actualmente de independencia?

Una quimera no. Puede ser fácil o difícil. Un sueño imposible a mí no me lo parece. Ha habido otros casos en Europa no hace mucho tiempo.

El fallecimiento de Santiago Carrillo ha abierto el debate sobre las luces y las sombras de su figura, ¿cómo la valora?

Lanzó la consigna de la reconciliación nacional en los años cincuenta, antes que nadie, y supo poner por delante el interés de la Transición antes de empeñarse en que el Partido Comunista tuviera un papel más importante, que probablemente tampoco hubiese tenido.