Su última obra, 100 m2, se promociona con una frase de Lennon: «La vida es aquello que sucede mientras estás ocupado en otros planes». Recuerda con tristeza a su exmarido, Carlos Larrañaga: «Quince días después de su muerte rompí la obra en la que íbamos a reencontrarnos. Jamás lloré tanto».

¿Qué planeaba María Luisa Merlo para su vida?

El reencuentro teatral con Carlos Larrañaga, por ejemplo... Cuánto he pensado en él al oír esa frase, la tengo clavada. Es que aunque estaba enfermo no quería creerlo. Éramos cómplices, lo fuimos a partir de un momento de nuestro matrimonio y después... Era la persona más cómplice, nunca habrá alguien como él, porque tengo muchos amigos, pero ninguna relación podrá ser igual.

El proyecto Quizás, quizás con Carlos se rompió de la peor manera posible, con la muerte.

Totalmente roto. Quince días después de su muerte la rompí en mil pedazos y ese fue el día que más he llorado en mi vida. Ni verla quiero ya. Pero el teatro aquí es lo de menos, claro, lo que me duele cada día es no poder hablar con él.

El fallecimiento de alguien cercano siempre nos hace reflexionar, ¿teme usted a la muerte?

A ratos, pero tengo una vida interior muy plena, soy muy espiritual. Hay que creer en algo, en un universo paralelo, por ejemplo... Para mí la espiritualidad es mejor que la religión.

Su personaje afronta su último concierto, ¿se imagina usted en su última representación?

Me gustaría que fuera una despedida secreta y silenciosa, como lo hizo mi cuñada, Amparo Rivelles, que un día, al acabar la función, se acercó al público y dijo «señores, han visto mi última función». Así me gustaría, porque lo tuviera ya decidido o porque lo supiera en ese momento. Pero pensar en una despedida anunciada me horroriza... ¡si me da vergüenza hasta saludar!

¿Usted se guarda los sentimientos?

¿Yo? No me guardo nada. Soy exactamente como se ve, muy de sacar todas las emociones. Aunque supongo que es algo que he aprendido con los años, cuando le pierdes el miedo a los golpes y entiendes que es lo que te ayuda a crecer.

¿Es mejor la amistad que el amor?

El amor es una maravilla si es incondicional, a un hijo, un nieto o a mi bisnieto. El de pareja yo al menos no lo he sabido conservar, aunque después siempre he tenido una estupenda relación.

¿Se lleva bien consigo misma?

Me ha costado mucho reconciliarme conmigo, superar todos los complejos de culpa, pero ahora sí. Estoy en el proceso de no crear nuevos enfados y la verdad es que ahora me gusto, quiero a María Luisa...

A la soledad no, pero en ocasiones ha dicho que a lo que sí teme es al aburrimiento.

Es lo que más temo, sin duda. Y desde muy pequeña, siempre estaba inventando algo nuevo. Quizá es porque soy muy curiosa, pero es que no lo tolero y esta profesión es magnífica para eso. De pequeña soñaba con ser muchas cosas, quería ser ama de casa, templaria... Y ser actriz me permite no ser yo durante un rato y divertirme.

¿Qué es lo que más le aburre?

Las noticias me aburren mucho. Procuro que no me enfaden, y ya solo me aburren... Y los políticos son igual de aburridos, con esa cara de no saber qué contarnos ya. Yo montaría una escuela de Arte Dramático para políticos, para que al menos mientan bien, porque se les nota muchísimo, dan hasta pena.

¿Tiene usted algo de diva?

Soy la antidiva total, sería un numerazo que me tendría que inventar. Solo soy diva cuando salgo al escenario, porque noto la energía del público, el cariño, y me crezco. Pero fuera del escenario, nada, nunca he tenido ni un problema.