Una palabra salvavidas en un océano de silencio. Raya de luz naranja, resquicio bajo la puerta, en la ciudad negra, oscura boca de lobo loco. Palabra cazamariposas. Luz ciberprofiláctica que llena de ventanas y salidas el rostro enardecido. ¿Aún se puede decir rostro? Eyaculación de la página. Entre el lodo del río embravecido el poema flota. El poema duda. La certeza lo llevaría al fondo, la certeza es hormigón. La duda flota. El río está en mis venas, un vaivén de palabras, una herida constante, un mapa de mí con los nombres cambiados de sitio. Huir de la realidad (la realidad siempre debe ir entre comillas) es desenchufar el cerebro, freír el corazón en aceite de automóvil.

Mientras tanto, en la tele, James Coburn dice que un hombre que cambia de parecer no es un hombre. Apago la calefacción, necesito sentir frío. Entre una palabra y otra palabra, el cosmos íntimo que aparece al cerrar fuerte los ojos. Miro fijamente el teclado, cada letra, cada signo, aquí está todo, la deyección de un mamut, el náufrago en su balsa, el ángel que cae del cielo. En la tele, James Coburn maldice en una taberna. Escribo o x í g e n o.