La literatura le ha acompañado toda su vida. Lector voraz, autor del poemario «Las gaviotas de hielo», narraciones breves y articulista de La Opinión, este valenciano afincado en Málaga debuta en la novela con «Una callada sombra», en la que se mezcla ideología y fanatismo con tintes del género negro y político

¿Cómo nace esta novela?

La literatura siempre ha sido una compañera de mi vida tanto como lector como escritor; después no he podido o no he sabido encontrar el tiempo para dedicarme a escribir con el empeño que me habría gustado. Al final, cuando he madurado, he leído mucho y he ensayado el tipo de texto que quería, me he lanzado y ahí está el resultado.

¿Vocación tardía?

No. La vocación la he tenido siempre; lo que ha sido tardío es ponerse manos a la obra.

Esta obra tiene tintes de novela negra.

La gente la ve como novela negra y admito que tiene muchos aspectos del género. Tampoco quería hacer una novela policiaca, pero de alguna manera lo es: no quería hacer una novela política, pero el contexto político ahí está. Es una obra que está a caballo entre varios géneros. He intentado escribir una obra accesible a mucha gente no renunciando a la esencia de la literatura, que es el lenguaje. Creo que la literatura es un texto en que el lenguaje reivindica el protagonismo. Por ello, he intentado recuperar el lenguaje que se está perdiendo de otras generaciones, el lenguaje de oficios o de otros ambientes más allá que el meramente urbanita. He prestado mucha atención a la sintaxis y he trabajado la técnica de la novela con bastante tesón y espero que el resultado sea el que quería.

La Transición española aparece en la trama. ¿Por qué?

La primera parte de la novela coincide con el año de la muerte de Franco, donde todavía coleaba mucha efervescencia de actividad política y alguna de ella se enmarcaba en movimientos extremos y clandestinos. En la segunda parte, los personajes han madurado, han pasado quince años y algunos han cambiado los derroteros y otros no han sabido dar marcha atrás en aquello que se convirtió en una especie de esquizofrenia o locura. La novela trata de mostrar el contraste entre la generosidad revolucionaria de algunos, con la desviación enfermiza de lo que a veces pasa con la ideología que no se encauza bien. Deviene en el fanatismo y éste en excusas para crímenes amparados bajo la etiqueta de la ética.

Y con la crisis actual, ¿qué es lo que no funciona? ¿Podría hablarse de cierto fanatismo económico?

Es evidente que hay desfases que no funcionan y que hay cosas radicalmente equivocadas e injustas, pero mi miedo es que se postule el comunismo como receta alternativa al capitalismo, cuando ya sabemos que no funciona. Nuestro problema es que esto no funciona, pero las alternativas que se están proponiendo no me las creo y las otras están por ver. Un fanatismo económico no sería la expresión que utilizaría, pero sí que hay una radicalización de la situación en general, que podría hacer aparecer nuevas formas de fanatismo en la sociedad si no llevamos cuidado. Una sociedad como la nuestra, que nos creemos que está curada en salud de ese tipo de cosas, puede llegar la situación a tal gravedad que podrían aflorar formas de fanatismo contra las que creíamos estar vacunados y no lo estamos del todo. La situación puede ser peligrosa y pienso que la novela sigue teniendo actualidad.

Entonces, ¿cómo definiría lo que está sucediendo?

Lo que está pasando es que el mundo lleva bastante tiempo preñado de globalización. Ha sido un embarazo complicado el ascenso de China al primer plano de la economía y la política, del islamismo fanatizado, las migraciones masivas, la delincuencia y el crimen organizado. Ahora, el mundo está de parto, tenemos las contracciones y nadie ha sido capaz de hacer una ecografía para saber si lo que viene es niño o niña o un mutante. Que algo nuevo está naciendo es evidente como también que el nacimiento está siendo muy doloroso y con la incertidumbre absoluta de qué va a ser.