Llama mucho la atención que algunos de estos relatos estén ambientados en épocas y contextos que, en principio, chocan con el marco de la mayoría de historias sobre y alrededor de la homosexualidad. ¿Por qué esa necesidad de viajar geográfica y temporal?

En primer lugar, me gustaría aclarar que mi libro La confianza en el freno motor no pretende sorprender y agradar sólo al mundo homosexual, sino a cualquier persona que le guste la lectura entretenida y arriesgada. A mí lo que me apasiona es la literatura sin etiquetas, leerla y hacerla. De modo que por mi afición a la historia me llevó a los relatos ambientados en México y Rusia, mi trabajo con colectivos sociales al geriátrico de Dos deditos de viagra y el resto a mi pasión por arriesgar. Además, claro está, que me gusta la literatura que transporta y hace viajar. Este libro es la invitación al viaje, desde Málaga al fin del mundo.

Me gustaría una reflexión por su parte sobre los pros y contras del ámbito de la, en mi opinión, mal llamada literatura gay. Por un lado: el nicho de mercado es muy claro; por otro, ese especialización puede limitar un tanto lo artístico, exige historias muy concretas...

Creo en la literatura, sin más. Y no creo en los nichos de mercado porque, como su propio nombre indica, sólo sirve para pudrirte, o que te pudran. O para que un librero te tenga en una esquina de los libros prohibidos, o tenga excusa para no tener tu libro, porque no se leen, según él. Le duela a quien le duela, hay gays en el mundo, y la literatura como espejo, debe reflejarlo, como protagonistas, secundarios, zombis o en historias de ciencia ficción. Dicho esto, creo en la inteligencia del lector que no le pide al autor el nombre de con quien se acuesta, sino solo que lo entretenga con una buena historia. Y respecto a la limitación del género, no la he sentido; escribo lo que me inspira en total libertad y mi editor eso lo ha entendido a la perfección.

En este sentido, me resulta curioso, y refrescante, que a la hora de nombrar sus influencias no mencione casi nunca a escritores homosexuales, algo que sí se da en otros escritores LGTB, militantes hasta la extenuación.

Cada escritor tiene diferentes sensibilidades, filias y fobias en los libros que conforman su visión. Yo sólo le puedo decir que he leído autores e historias que me emocionan durante toda mi vida. Algunas veces por su valentía (Martin Amis), por su dominio del lenguaje (Cela), o porque me tiene enganchado con una historia entre cientos de páginas, como John Irving. Pero entiendo que mis referencias provienen de lo que yo he vivido. También me impresionó Arkansas, de David Leavitt, o Las Horas, de Michael Cunningham, pero no solo por tener historias homosexuales sino porque están maravillosamente escritas. Sería aburrido ceñirse solo a eso, al menos para mí.

¿Se ha superado ya esa época en la que parecía que el lector de literatura sobre homosexuales sólo buscaba escenas de sexo y contenidos excitantes?

Creo que eso es una visión reduccionista de lo que un lector gay desea. Realmente la época que se debe superar es aquella que piensa que el gay pertenece a un arquetipo fijado con deseos predeterminados donde solo hay sexo. Eso es una bobada que hace daño.

¿Cómo recomendaría a un lector homosexual La confianza en el freno motor? Y a un heterosexual? ¿O a los dos se lo recomendaría de la misma forma?

Aprovecharé la elección del Papa, para recomendar urbi et orbe, heteros y gays, hombres y mujeres, personas, mi libro. ¿Por qué me atrevo a juntarlos? Porque es un libro sobre historias de superación de barreras, de coraje, de azar y conquista de felicidad. Y eso lo entiende todo el mundo, ame a quien ame. El lema principal del libro reza: «Siempre hay un momento para iniciar la vida que deseas». ¿Quién no entiende eso?