Indiferencia. Indiferencia es la palabra que lo cura todo, o eso parece. A veces, ese concepto fluye por un conocimiento interno que te suplica paciencia, por un entramado de argumentos mudos que reposan sobre tu vientre cual indignación desorbitada. En esos momentos la respiración se desequilibra en los tempos. Otras veces, la indiferencia surge por pura ignorancia y entonces toda costumbre se lleva una deliberada puñalada en la espalda. A falta de humo y demás nicotinas prefabricadas, buenos son los derivados del incienso, o no.

Hablaba de indiferencia porque en estas fechas la Procesión de ateos, como describía el gran Jabois, acorrala a la coherencia. Sin entrar en temas de fe, el genial spring break americano viste de cera las calles españolas en cuestión de segundos. Mientras el equinoccio de marzo aún reposa la resaca, como de costumbre, nos proponemos enlazar lo moral y lo inmoral, lo mortal y lo€ Déjenme que califique con el adjetivo indiferente a toda esta amalgama de contraposiciones y controversias triviales. Indiferente por ese posicionamiento en ninguna parte, por esa neutralidad desencajada que subraya lo anodino de una sociedad acomodada en la penumbra. Sin hablar de las misas meteorológicas con connotaciones irreverentes.

Una mezcla de rubio y blanco pálido con el efecto fan rodeando sus ocurrencias viste con grandes alabanzas a Málaga esta semana. La baronesa Thyssen culturiza esa creencia en una bancarrota divina. También entre el blanco, chapado a la antigua, y el rubio, en compañía, Antonio Banderas le sigue el paso. Envidio, aunque esa no sería exactamente la palabra, a toda esa gente que se posiciona a un lado u otro de la balanza, con fe o sin ella. También a los que divagan entre sus propias indecisiones. Pero no a los indiferentes. A las reuniones trajeadas que deambulan con sus impertinentes grados de impasibilidad y posicionamiento inexistente. Al conjunto de creyentes a ratos, políticos incluidos, que pasean de vez en cuando su arrogancia por los confesionarios. A esa cultura de la indiferencia que deambula en un vía crucis eterno.