Siempre hay una primera vez para todo. Algunas, más gratas; otras, para olvidar. No hay que hacer un mundo de ello, aunque hay que tenerlo en cuenta para tomar medidas y evitar que vuelva a acontecer semejante experiencia traumática, más si cabe para una persona que presume de un currículum extenso y afamado hasta la fecha. Necesarios comprensión y unos días de retiro de cualquier esfuerzo que tenga que ver con ese músculo tan importante para mí y que tan feliz me hace.

Pero no me sean mal pensados, que les veo venir. Sigan leyendo...

Todo ocurrió esté sábado pasado en un concierto en La Herradura. Volvíamos a uno de nuestros templos musicales La Cochera; el gran Antonio -que tras un paréntesis castigado sin hacer música en directo gracias, como siempre, a los grandes pilares que apoyan la cultura en nuestras vidas, los políticos- ha retomado con fuerza y no con menos sacrificio los bolos en su local.

Un concierto relámpago en formato trío junto a mis chicos de Vicios Caros, un público excepcional y con ganas de pasárselo bien presagiaba una noche de categoría, como otras tantas vividas en tan pintoresco y acogedor local de la costa granadina. Míticas son las noches tocando con Free Soul Band y Los Fabrizzios.

Antes de empezar, conversaba con una chica que nos seguía de hace tiempo y que estaba encantada de que estuviéramos de vuelta; yo, todo un caballero sensible a la belleza, le prometí estar a la altura de las circunstancias y sudar la camiseta. Brindamos con tequila y, he aquí la tragedia, al comenzar, ese músculo tan importante para mí y que tan feliz me hace gritó «no va más» y me quedé... Sin poder cantar. Maldita garganta del demonio. Quince años dando el cante por todas partes y la primera vez en todo ese tiempo que me quedo mudito.

Ya arrastraba un resfriado de estos de pecho y muy señor mío; una mañana con los chicos de la Southern Comfort al fresco, cervezas en ristre y un cansancio acumulado de semanas hicieron el resto para quedarme como el enano de Blancanieves.

Menos mal que tirando de vergüenza torera y del gran Manuel Moles, teclista de nuestra banda que se sabe los temas mejor que yo y canta divinamente, me pude dedicar a mi guitarra y a hacer coros aguardentosos al estilo del gran Leonard Cohen. Menuda impotencia cantarina... Pero no se preocupen, que hay Zurdo para rato: mientras escribo estás líneas ando enguatado en una manta, rodeado de litros de agua y pañuelos blancos cual matador triunfante y un trancazo que me abriga el pecho como una musa se agarra al corazón, demasiado joven para morir, demasiado viejo para el rock & roll decía aquel.

Desde aquí, desde estas líneas, todo el cariño y el apoyo para Antonio de La Cochera, que siempre se ha mojado por la música en directo, cuida al músico y respeta los cachés como nadie en toda la costa. Ojalá siempre tengamos un oasis de diversión y buenas vibraciones como es su local y su persona.