­«Estamos en primera. Faltan 30 minutos. Todo el mundo a chequeo de micros». Esta frase, que se repetirá de forma parecida cuando falten 15 y 5 minutos para el comienzo de la función, es el calling, lo que pone en guardia al equipo de 80 personas que trabaja en el musical La Bella y la Bestia, que llegará el Teatro Cervantes el 19 de julio y ocupará sus tablas hasta el 4 de agosto.

Este diario ha tenido acceso al backstage del teatro una hora antes de empezar una de las funciones en el Teatro Principal de Alicante y, pese a la complejidad del espectáculo, los nervios ni se asoman entre el personal. Aunque los espacios por los que se mueven técnicos, actores y bailarines son pasillos estrechos con cables, pequeñas habitaciones llenas de baúles y escaleras, unos y otros se esquivan con facilidad sin chocar y tampoco se escuchan gritos para avisar con urgencia. Actrices que ejercitan la voz con escalas, bailarines que realizan estiramientos o maquilladores que charlan con otros miembros en los camerinos son el escenario tras las bambalinas. Todo el mundo sabe cuál es su papel y cuándo actuar.

Estreno

«Ahora llevamos ya 260 funciones pero tendrías que habernos visto en la primera, el día del estreno», indica una de las dos regidoras del espectáculo, Diana García, que con apenas 29 años de edad carga ese día con toda la responsabilidad de la representación. «Los regidores tenemos ese peso, hay que saber cómo salir de cualquier problema que surja, comprobar que todo está preparado y ser capaces de resolver si algo va mal o hay cualquier imprevisto, que siempre los hay», señala la responsable, para quien La Bella y la Bestia es su sexto musical.

¿Y oyen todos a la primera el calling? «Qué va, siempre hay algún despistado, pero tienen todos que probar sus micros antes de salir y cada uno tiene asignado un técnico que los revisa por si pasa algo», apunta Diana mientras enseña «el tesoro de la corona», el libreto del espectáculo con el guión pormenorizado de la representación, «que es la biblia para nosotros; aquí viene todo absolutamente, desde cómo se mueve la cuchara hasta el más mínimo detalle. Nos lo vamos pasando entre las producciones y éste ha estado antes en Italia».

Para hacerse una idea de la magnitud de este musical, la regidora explica que en una gira grande lo normal es utilizar cinco trailers para desplazar todo el material del montaje; en esta han sido once los camiones empleados y uno de ellos, aparcado junto al teatro, se ha tenido que utilizar como camerino auxiliar ante la necesidad de disponer de mayor espacio. La productora Stage Entertainment, la misma que la de El Rey León, necesita 60 técnicos -20 de ellos contratados en cada ciudad a la que se desplazan- para cada representación. «Es el montaje más grande que ha salido de gira en España, el más voluminoso», apuntan sobre un montaje que sólo en pelucas alcanzan la cifra de 183.

Maquilladora

Una hora antes de la función, la Bestia, que interpreta el actor Ignasi Vidal, está ya con Sheila, su maquilladora, en un camerino donde se escucha música tranquila. La Bestia tiene su maquilladora asignada porque necesita una hora entera de caracterización, el resto de actores se maquillan solos, como Enrique, que comparte camerino con Ignasi y se queja de que éste atraiga la atención: «A mi no me pongáis más con la estrella que me eclipsa», apunta, mientras Vidal aguanta estoico cómo le salen colmillos, le crecen dos cuernos y se le pueblan las cejas. «Al principio necesitábamos dos horas para hacerlo todo pero poco a poco fuimos reduciendo el tiempo», también el actor se quejaba más antes: «Ahora no tanto, tiene días pero en general se porta bien», dice Sheila.

Ignasi -que fuera del musical tiene una banda de rock, entre otras ocupaciones- canturrea ahora una canción de Springsteen mientras espera sereno que Sheila culmine su trabajo. El aspecto fiero que Vidal presenta en el espectáculo está elaborado con prótesis, máscaras de foam que se fijan con un pegamento especial para la piel, «pero lo peor no es eso, no, porque si se despega enseguida viene Sheila y me lo arregla; lo peor es la botarga que me tengo que poner que es muy incómoda», indica el actor, que debe aguantar más de dos horas con el traje puesto, aunque reconoce que lo importante de su personaje es su transformación interior.

Sobre el escenario, el suelo que los actores pisan es propio, se traslada en cada espectáculo, y está formado por tres pisos para poder desplazar los decorados móviles que van sobre ruedas y automatizados por wifi. «Es realmente importante lo de que el público apague los teléfonos móviles, pero siempre hay alguien que no lo hace», indica Diana, que añade que hay más de 300 puntos de luz y se combina la iluminación móvil con la convencional.

Música

«El 90 por ciento del espectáculo es música, todos los coros son en directo y los cantantes pueden ver una pantalla de seguimiento con el maestro», explica la regidora, que añade que dos horas antes de cada función se realiza «la pasada técnica», donde se revisan micros, focos, decorados, que todo se mueva bien, se coloca la utillería, el vestuario se distribuye por los camerinos y los cantantes hacen calentamiento vocal una hora antes y cada uno se va maquillando y vistiendo».

Así están antes de salir Frank Capdet y Diego Rodríguez, el reloj Din Don y el candelabro Lumiere. «Somos los mayordomos del castillo, aunque en realidad él es un criado mío», bromea Capdet mientras una técnica de vestuario le ayuda a enfundarse los pantalones y él habla de la obra: «Es muy divertida, mágica y disfruta gente de todas las edades. Aunque parece para público infantil, aquí vienen parejas de novios, gente mayor... Es un clásico que apasiona a los niños pero que tiene mensajes para todo el mundo porque la belleza está en el interior», recita con el mensaje de la obra bien aprendido mientras Lumiere apostilla que «es la historia más bonita jamás contada» y los días que hay dos funciones «ves que varía el público y el feedback es muy diferente y realmente se nota: hay gags con los que los niños se ríen y los mayores no y viceversa».

Lumiere es uno de los personajes con una peluca más complicada por su volumen, como el tenedor y la cuchara, explica Sandra Lara, la jefa de caracterización, que apunta que la mayor dificultad es que «los actores principales tienen tres cambios y en función entran unas 110 ó 120 pelucas. Al principio teníamos que mirar los números pero ahora ya no». La mayor parte de pelucas son de pelo natural y de yak, una especie de búfalo, explica la jefa, que se declara «enamorada de la peluquería de época».

En la sastrería, Merche da puntadas a una media, «siempre hay algo que arreglar porque tienen muchas puestas, los personajes tienen tres cambios de vestuario y son más de cien trajes». La jefa de vestuario, Mimi Aguado, señala que los calcetines y las medias son lo que más remiendan y afirma que como todos los trajes son de época «todos dan trabajo».