La humillación puede ser un bálsamo -un milagro-, la puerta al paraíso, el candado definitivo a la tibieza apolillada, el portazo que nos suministrará el aire indispensable para la supervivencia o la gloria. Venimos de la humillación y eso es una forma de fortuna. Faulkner, Gore Vidal, Edith Piaf, Montgomery Clift, Amparo Muñoz, José Angel Valente nacen en la humillación. Jesucristo creó el mundo gracias a la humillación. François Villon le dedicó media obra a la humillación. Miguel Hernández quedó bendecido por la humillación. Borges se acostó con ella muchos años. A John Lennon le mataron en la puerta de un hotel cuando iba a despedirse de ella. Gil de Biedma le puso un piso en Barcelona. Y quién ahora les discute. Es curioso, los mejores trabajos de muchos creadores vienen cuando se le ha prendido fuego a todo el bochorno que les rodea y el mundo empieza a obedecer; no fue hecho para otra cosa, no tiene más misión que responder a lo que revienta. Pero lo siguiente se está retrasando y no como se retrasan las cosas que saltan por los aires, pero paciencia que estamos a tiempo.

La humillación como una forma de salvífico justo a tiempo, como un remedio eficaz contra algo que nos tenía en el letargo, nada que ver con la humillación como tumba de la vida o como abuso perpetuo. No es eso. Recientemente le preguntaban en una entrevista a Kiko Veneno si merecemos a estos tipos de gobernantes, el músico respondió que «por supuesto. Hemos cambiado la música por la marcha militar, la información por la propaganda, a John Huston por Terminator 4. No le falta razón, pero todo esto viene de la anestesia que produce la humillación. Ya estamos en otra fase, ya nadie admira ni tiene fotos del miserable Schwarzenegger, ni se volverá a creer en la propaganda anestésica, y si pasamos el día en los centros comerciales no es que nos encanten los diseños de inditex, yo firmaría pasar todos los meses de agosto bajo el fresco de Buenos Aires, por ejemplo, pero mientras eso llega no queda más remedio que cobijarse del bochorno o el terral en algún sitio, y estos a veces tienen simulacros de librerías y bares aceptables (ya empieza a sonar mejor) donde las familias se mantienen en un equilibrio psicológico y económico que saltaría por los aires en cualquier chiringo de la costa sin raciones mediante.

Es obvio, el consumismo salvaje es una lacra, los centros comerciales son una lacra, con el buffet libre lleno de adictos a las grasas trans girando en círculo sobre la isleta de comida como tiburones mal vestidos, que en lugar de papilas tienen un láser de supermercado. Ya saben, es la hipoteca de la primera fase, y pasará pronto porque ya estamos teniendo los primeros síntomas. Aquí les pongo uno: antes ni Dios hablaba de ciencia (y sus hijos destinados al asfalto ni les cuento), y ahora hasta el que creía que un tubo de ensayo era una funda para puritos denuncia la atrocidad que este gobierno está haciendo con los investigadores. No es poca cosa haber llegado hasta aquí. Hartos del ninguneo y del desprecio (deporte rey en este país) que venimos sufriendo, el presidente de la Confederación de Sociedades Científicas y catedrático de Matemáticas de la Universidad Complutense, Carlos Andradas, decidió escribir una carta abierta al presidente del gobierno y registrador de la propiedad, Mariano Rajoy, después de que éste ignorara los reiterados intentos de un numeroso grupo de directores de centros de investigación españoles para hacerle llegar la situación extrema que están viviendo e intentar dar con una solución antes del coma irreversible, consiguiendo como respuesta una breve nota del jefe de gabinete en cada intento. Señala Andradas en su carta: «como recibirá usted innumerables cartas firmadas por una treintena de directores de los centros de investigación más prestigiosos del país, en particular todos los reconocidos con la distinción de excelencia Severo Ochoa, asumimos que le resultará materialmente imposible dar una respuesta más personalizada y menos aún efectuar una llamada o concertar una reunión con los firmantes». Pues así es. Imposible. No puede. El presidente tiene algo mucho más importante que eso, salvarnos de los llanitos. Qué importa que la gente más capacitada, reconocida y preparada (y eso no es un baremo subjetivo) tenga que hacer carrera en Alemania o Estados Unidos si Gibraltar no es tan español como los huevos del toro de Osborne.

El 20 de marzo de 1969 Yoko Ono contrajo matrimonio con John Lennon en el peñón y eso es más que suficiente así que no cabe debate posible: Gibraltar es británico. Gibraltar is not Spain. Con esta argumento Cameron ya tendría asegurada las próximas elecciones.

Los investigadores se han equivocado de oficio, a ellos no les escuchan, a los sufridos pescadores que surcan el Estrecho sí, hasta quieren poner una tasa de 50 euros para entrar y salir, y que ese dinero vaya para ellos. La hipocresía y falsa conmiseración con algunos sectores empieza a oler, no es que los pescadores no se merezcan todo el respeto, por supuesto, aunque no sé si más que directores de cine, periodistas, médicos, poetas, científicos o trabajadores del hogar. Y es que mientras nuestro estado de bienestar se pudre, los gobernantes sólo hablan del fin del recreo de Gibraltar cuando ellos no se han enterado aún en qué clase están.

Para los que vivimos a menos de 50 kilómetros, Gibraltar ha colmado en nuestra primera adolescencia el ansía de libertad y mundo que no se podía encontrar en los pueblos o ciudades cercanas. En menos de una hora en bus, yo podía caminar por sus calles como si fuera el mismísimo Marc Bolan surcando Londres, con los jeans de campanas imposibles y chaquetillas ceñidísimas, comprar discos, latas de sopa o libros no traducidos de Auden y tomarme unas cervezas acompañadas de patatas fritas con curri. Y eso es la libertad que seguro siguen disfrutando muchos adolescentes, y es más que suficiente.

Luis Buñuel decía que en su Calanda natal la Edad Media duró hasta la Primera Guerra Mundial. Calanda sería hoy el paraíso del avance. Deberían pedir también allí autodeterminación. Porque ya hemos abandonado esa maldita primera fase. Se acabó. Como dice esa delirante canción: «Se puede renacer sólo tras la humillación». Y en eso estamos.

@SimonPartal