Temprano, los miembros de la Peña Hijos del Moscatel sección Málaga capital encontraron su caseta de feria calcinada hasta los cimientos. El Jefe de Policía Local, Antonio Borrego, trataba de dilatar el trabajo de los inspectores. El Presidente de la Peña, Claudio alias El Dominó, se le acercó discretamente.

-No hay rastro de las armas -dijo Borrego.

-Maldita mi estampa -gruñó Dominó entre dientes, mientras deslizaba un billete de cien dentro del bolsillo del policía.

En la zona de feriantes, Paco el Megáfono no parecía muy contento.

-Dominó, necesito esas armas. La gente acierta al tiro al pato y no quieren perritos pilotos. Quieren escopetas de perdigones y navajas suizas. El bando municipal nos está asfixiando ¿Que has perdido las armas? ¿Qué le digo a mi gente?

-Tranquilos -respondió, encendiendo un canuto como una trompeta- Tengo otros recursos.

-Quiero las armas antes del viernes 16. O habrá problemas.

El sol abrasaba cuando Borrego acudió a su cita con el concejal en la terraza de La Moraga. «Déjeme que les presente», dijo el concejal, refiriéndose a sus compañeros de almuerzo.

-No es necesario -dijo Borrego-. Sé muy bien quién es esta gente.

-Este agente es un maleducado, Concejal, dijo uno de los hombres, en el musculoso antebrazo un tatuaje del calvo de la San Miguel.

-Vamos, vamos -dijo el otro, un vejestorio bien vestido-. Aquí estamos los cabales, que suele decirse.

-Mi profesión no va de hacer amigos -dijo Borrego- y menos con peñistas supremacistas.

-Borrego, don Federico y su ayudante sólo buscan lo mejor para la feria -terció el concejal-. Librarla de botellones y pandilleros. Los Hijos del Moscatel son una amenaza para el futuro. Ni siquiera aparecen en ningún registro de asociaciones.

-Y ¿su asociación, Federico? ¿Incluye como objeto social la quema de casetas?

Un silencio tenso inundó la terraza.

El almacén de logística de Jing-Yao era tan inmenso como inescrutable. Dominó abrazó a Yao.

-Necesito escopetas y navajas multiusos. Esta misma noche.

-Eso te va a costar, hermano. Las armas son un asunto... ¿chungo, se dice?

-Lo que sea.

Yao dio una palmada que reverberó en la gargantuesca nave; «Mis chicos están teniendo problemas para distribuir garrafón en el Real. Me preguntaba si podríais hacer algo al respecto».

Borrego y Dominó se encontraron frente a la caseta municipal.

El alcohol de garrafa lo controla la asociación tradicional de peñas, dijo Borrego. Sé cuándo esperan la gran remesa. Y hay más: las licitaciones de casetas para el año que viene.

-Me suena a privatizar la feria -dijo Dominó, hojeando los documentos.

-Escucha, tu dinero me viene bien. Todos estamos en nómina de alguien. Pero esto, no lo hago por pasta. Los Hijos del Moscatel habéis erradicado las reyertas en la feria. Me basta con eso.

Dominó suspiró.

-Aún sabiendo el cuándo y el dónde, me faltan hombres.

-Habla con Los Nómadas. Llama al Guaki.

-Es un nómada, Borrego. Va de feria en feria. Le desencajó la mandíbula a un Tricornio borracho que sacó una pipa estando de paisano en la feria de Colmenar. No quiere tratar conmigo hasta que deje de tratar con armas.

-Pues hazlo. Legaliza a los Hijos del Moscatel. El siglo veintiuno aún no ha llegado a la Feria de Málaga, pero ocurrirá.

Dominó tragó saliva y entró en wassap.

«Guaki...»

Los Nómadas llegaron a la hora convenida. Los supremacistas se vieron superados en número. Dominó llevó a un aparte al jefe, el del tatuaje: «Hay algo que quiero enseñarte».

Al anochecer, los chinos controlaban el botellón del Cortijo de Torres. Los feriantes entregaban, a hurtadillas, escopetas a cambio de encestes triples.

Enrabietados, el Concejal y don Federico irrumpieron en el Real. El SanMiguel les esperaba.

-Qué significa esto?- gritó Federico -¿Dónde está la mercancía?

-El matarratas es el menor de tus problemas. Dominó y el Guaki acompañaban al SanMiguel.

-¿Es esto lo que entiendes por mantener la pureza de la Feria? -dijo el SanMiguel, arrojando a Federico las licitaciones. ¡Macrodiscotecas! ¡En la zona familiar! ¡Sólo me querías para eliminar la competencia de los Hijos del Moscatel!

-Y ¿qué más da? -gritó el concejal- peñas, discotecas... mientras se cumplan las normas y el personal esté dado de alta.

-Cuéntale eso a los periódicos.

Dominó compró dos tickets para la noria. El Guaki se subió con él.

-Supongo que tenemos mucho de qué hablar.

-En realidad, no -respondió El Guaki.

La noria se elevó hasta flotar en el espacio oscuro. Aún quedaba una semana de feria.