Las Meninas que forman parte de la colección de Kingston Lacy, en el condado de Dorset (Reino Unido), son de la mano de Velázquez y son las primeras, según el profesor Matías Díaz Padrón, quien considera esta obra un "modeletto" (boceto final antes de comenzar la obra definitiva).

A lo largo de los siglos, la autoría de la pintura ha sido discutida. Durante los siglos XVII y XVIII fue documentada como original de Velázquez y así lo estimaron personalidades de la pintura y profesores de la Real Academia de Bellas Artes, incluido Francisco de Goya.

Posteriormente se consideró "una copia reducida" y después investigadores como Enriqueta Harris la atribuyeron a Martínez del Mazo.

Los estudios realizados por Matías Díaz Padrón, que se recogen en el libro "Las primeras Menina de Velázquez, en Kingston Lacy, Dorset" que será presentado en febrero del próximo año en Londres, dan un nuevo giro a la historia y restituyen la autoría al genio español.

Desde hace varios años, Díaz Padrón defiende en congresos y simposios estas tesis "que han llamado la atención del editor Raúl Rispa, quien ha querido transmitirlas en un libro", comentó a Efe el profesor.

Durante la presentación de un avance de estos estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando recordó que la obra, inicialmente considerada como un boceto, pasó a calificarse como "copia reducida del original del Alcázar", este miércoles en el Museo del Prado.

"Desde mi punto de vista, veo la naturaleza típica de un boceto cuando lo he tenido frente a frente, igual que lo tuvieron en el siglo XVIII nada menos que Goya y sus prestigiosos colegas de esta Real Academia. Ellos sabían más, y lo tuvieron más cerca y con más tiempo del que nosotros disponemos. Supongo que nadie dudará que Goya supiera distinguir un boceto de una obra definitiva", afirmó.

El término más adecuado para calificar la obra, dijo, es el de "modeletto": fase última para el reconocimiento del cliente y dar paso a la obra definitiva.

El profesor recordó que durante el siglo XX expertos como Enriqueta Harris o Jonathan Brown consideraron la pieza como "una obra de segundo orden", error que en su opinión se debe a que en la mayoría de los casos no han contemplado la pintura de forma directa.

Según el profesor, cotejar la pintura del Prado con la de Kingston Lacy es el recurso más valioso para precisar la autoría, junto a la documentación y análisis técnico cuando sea preciso.

"Es la confrontación de estos detalles lo que nos lleva a la esencia de la pintura. Esto habla por sí solo del virtuosismo del trazo, de la luz y de la perspectiva. Un 'modeletto' es propio de un pintor responsable", aseguró y destacó "la pincelada rígida, enérgica, propia de Velázquez".

Confrontando el "modeletto" y la obra definitiva "la precisión de la pincelada, los colores y el magistral estudio de la luz marchan en paralelo", afirmó y recordó que estas primeras Meninas de Velázquez pertenecían a la colección de Jovellanos.

Según Díaz Padrón, técnicamente no hay diferencias de estilo entre el "modeletto" y el lienzo del Museo del Prado: ni en la factura, ni en la formulación corpórea del volumen. "El trazo recto y preciso en las siluetas y en las luces de las telas contrasta con las pinceladas inconexas de Mazo: más próximas al Impresionismo moderno".

Además, los colores son los típicos de Velázquez en ambas pinturas. "El dibujo subyacente se funde con la cuadrícula, y encima se cruzan bellas pinceladas de luz y color. Toques vibrantes que nada tienen que ver con un acomodaticio seguimiento de copia a partir de la obra acabada".

Destacó que Jovellanos, Ceán Bermúdez y Goya, tres prestigiosos ilustrados del siglo XVIII y, este último, un genio universal de la pintura de todos los tiempos, "vieron y escribieron que el 'modeletto' es de Velázquez".

Finalmente, Díaz Padrón hizo referencia a que Jonathan Brown manifestó ya hace tiempo no estar de acuerdo con sus tesis "con argumentos que no eran difíciles de responder" y recordó que el mismo Brown había negado la autoría a Velázquez de la "Santa Rufina", que atribuyó a Mazo, y "Las Tentaciones de Santo Tomás de Aquino de Orihuela", que atribuyó a Alonso Cano.