Después de veinticinco años durante los que el Teatro Romano ha sido un mero espectador del Centro Histórico de Málaga, anoche pudo por fin regresar a su función original, la escénica, con Prometheus. Cantus ad Hominen. Seguramente hace unos cuantos siglos, cuando el espacio era un teatro, acogió alguna que otra tragedia de Esquilo; quizás Prometheus estuviera en la cartelera escénica del espacio, y ayer se entremezclaran en el aire los ecos de las pretéritas representaciones con las de este siglo XXI, las palabras grecolatinas clásicas con los versos de la adaptación de Francisco Fortuny y la partitura musical creada para la ocasión por Antonio Meliveo. La obra, producida por la entidad malagueña Iniciativas Escénicas y Musicales Sociedad Cooperativa Andaluza, se mantendrá en cartel hasta el próximo domingo, y ya ha despertado el interés de muchos malagueños: varias funciones se encuentran ya al 90% de su aforo. De hecho, la importancia de Prometheus. Cantus ad Hominen no radica exclusivamente en su apuesta artística -que también: no muchas veces se encuentra uno con una revisión de una tragedia clásica a modo de opereta u oratorio, con una música original como elemento clave-, sino también en la recuperación para el hoy en día de un espacio como el Teatro Romano y, sobre todo, la contribución de iniciativas como ésta a la difusión del rico patrimonio que posee nuestra ciudad.

El Teatro Romano de Málaga, construido en el siglo I antes de Cristo y utilizado como tal hasta el siglo III después de Cristo, cuenta para estas funciones con un aforo para 450 espectadores. Por supuesto, para el desarrollo de esta actividad escénica se procederá a la protección de la orchestra -espacio frente a la escena en el que se sentaban las autoridades, actuaba el coro y se alzaba un altar en honor a Dionisio-, donde se emplazará un escenario semicircular para la representación al modo