Diego Rodríguez lidera la única candidatura presentada a las elecciones del Ateneo. Para esta nueva etapa, Rodríguez desea implicar más a los jóvenes, mantener viva la esencia crítica de los ateneístas y sortear la crisis.

¿No resulta descorazonador presentarse a unas elecciones y ser el único candidato?

No, no lo interpreto así. Además, creo que, dada la situación económica, por mi parte es un atrevimiento presentarme. Pero, por otro lado, tanto para mí como para todos los que presentamos esta candidatura, que somos 35 personas, nos resulta un orgullo que no haya otra. Eso significa, entre las varias lecturas posibles, que nuestra propuesta es muy potente e interesante, y que resulta muy difícil competir con ella. Hay otra lectura, que es que, dada la situación de crisis, nadie se atreve a hacerse cargo de una institución con una importante previsión de déficit.

Otra lectura sería que nadie piensa en otro Ateneo.

Yo sí creo que hay quien piensa en otro modelo de Ateneo y en otro modelo de gestión, otra cosa es que se atreva a dar el paso. Personalmente, me habría gustado que se hubiesen presentado otras candidaturas, con lo que se habría producido el debate que hubo hace cuatro años y que tanto nos ayudó a difundir la imagen del Ateneo.

Precisamente, el debate es uno de los pilares de esta casa. Así que al haber unas elecciones con una única candidatura, parece que se diluye un poco ese perfil...

Hay que tener en cuenta que en las dos anteriores elecciones que se celebraron antes de que yo me presentara no hubo tampoco una segunda candidatura. Yo creo que nuestro proyecto ha funcionado muy bien estos pasados cuatro años: el Ateneo está vivo, con muy pocos recursos hemos hecho muchísimo, y eso lo valora la gente. Por eso vamos a arriesgarnos a presentar otra candidatura.

Han hecho mucho con muy poco y, además, en los peores años que ha vivido la cultura en mucho tiempo.

Cuando yo fui elegido, el Ateneo poseía una solvencia económica más que suficiente. Y nada más llegar, a los tres meses, empezaron a comunicarnos recortes. Las subvenciones para el funcionamiento cotidiano del Ateneo fueron recortadas drásticamente, sobre todo las de la Obra Social de Unicaja, que bajaron casi un 70%. Hemos terminado esta etapa con el presupuesto equilibrado a base de mucho sacrificio y austeridad. Pero las previsiones son de 30.000 euros de déficit anual. Yo y toda la junta directiva pensamos que no podíamos dejar esto ahora. Porque es precisamente ahora cuando sacar adelante el Ateneo es todo un reto.

Porque lo fácil habría sido abandonar...

Claro. He concluido bien mis cuatro años y es el momento de irme... No estoy cansado del trabajo para el Ateneo; estoy cansado de tener que pedir dinero. Estar haciendo por la ciudad lo que estamos haciendo es algo apasionante. La ciudad tiene un lujo con el Ateneo: estamos ofreciendo una programación cultural de calidad excepcional. Eso es un tesoro y las instituciones públicas deberían valorarlo y contribuir más de lo que lo están haciendo.

Dice que el Ateneo es un lujo para la ciudad. ¿Responden los malagueños a la llamada del Ateneo? ¿Están satisfechos con la asistencia de público?

Sí. Más que satisfechos. Salvo contadas excepciones, la mayoría de los días se llena el salón de actos. Y la oferta es muy diversa: conferencias, debates, proyecciones de cine, teatro, exposiciones... La respuesta de la gente es satisfactoria, otra cosa es el compromiso de la gente en afiliarse. Cuanto más socios seamos, más independientes seremos.

¿Y ha crecido el número de socios en estos últimos años?

Ha crecido, sí. En unos ochenta, aproximadamente. En algunas extensiones que han disminuido sus actividades ha bajado su número de socios.

¿En qué aspecto debe mejorar el Ateneo?

Nosotros no sólo buscamos la creación estética o la recreación sublime de la belleza. En el Ateneo tratamos de incitar a la reflexión desde cada conferencia, cada debate, cada obra escénica, cada exposición plástica y cada poema. Es un objetivo que quiero mantener. En este sentido conozco a muchos ateneos que se han desvirtuado, convirtiéndose en centros de cultura que no buscan la esencia ateneísta. En este nuevo proyecto, además, destaca la incorporación, por primera vez en la historia del Ateneo, de un número significativo de jóvenes y mujeres. Esto es muy importante porque es el futuro. Los ateneístas tenemos una edad media superior a 60 años. Este es el segundo reto. Y también debemos seguir abriéndonos a la ciudad. Vamos a establecer una colaboración con el Festival de Málaga-Cine Español, a hacer un convenio con la Red Mediterránea de Medinas, a estrechar las relaciones con los medios de comunicación y dar oportunidad a los jóvenes creadores en todos los ámbitos.

¿Cómo piensan articular ese acercamiento a los jóvenes para que éstos se conviertan en los ateneístas de mañana?

Hay varias vertientes. Una de ellas es la vocalía de relaciones con la Universidad, que entre sus objetivos está acercar el Ateneo a los universitarios, que son nuestra cantera. También hemos creado una vocalía de Escena Bruta, destinada a acercar el teatro a los jóvenes de una forma más innovadora, más directa. El problema es que los jóvenes no se asocian porque no tienen dinero. También hay otras vocalías que van a trabajar en este acercamiento a los jóvenes, como la de Videocreación.

¿Cómo percibe el mundo de la cultura en Málaga?

En primer lugar, hay que tener en cuenta que España es el único país de la eurozona que ha decidido que la cultura y la compra de un artículo de lujo tengan el mismo IVA, un 21%. Es muy triste que uno pague los mismos impuestos por comprarse un reloj de oro que un libro o una entrada de teatro. Y, por ejemplo, en Copenhague hay 80.000 empleos directos en artes creativas. En Málaga hay únicamente 9.200 empleos en industrias creativas. Estamos hablando de ciudades que poseen el mismo número de habitantes, aunque es cierta que Copenhague es capital de país. En esta situación, en la que la agresión impositiva a la cultura ha sido brutal, Málaga se ha convertido en una importante ciudad museística. Pero también creo que la cultura es mucho más que eso. A Málaga le falta la cultura ascendente y participativa que nos pedía la Unión Europea cuando intentamos ser Capital Cultural en 2016.