En la generosidad de Bernard Ruiz-Picasso y de su madre, Christine, se asientan los pilares de la creación del Museo Picasso Málaga. El nieto del artista, presidente del Consejo Ejecutivo y vicepresidente del Patronato de la pinacoteca, se muestra orgulloso de esta primera década de vida del museo y no duda en que su abuelo se sentiría feliz de ver a tanta gente disfrutando de su obra.

¿Cómo recuerda el día de la inauguración del Museo Picasso Málaga?

Fue un día muy alegre e importante para Picasso, para su familia y para la cultura en Andalucía. Recuerdo que había mucha gente en la calle y fue un éxito total. Lo recuerdo como un día muy importante para todos.

¿Fue complejo el proceso hasta llegar a ese 27 de octubre de 2003?

Es algo que también forma parte de esta institución. Ya existía el deseo de Picasso en los años cincuenta, pero no fue posible realizarlo entonces. Después, a través de la exposición Picasso Clásico, en el año 1992, se inició el proyecto para la constitución de las fundaciones para crear este museo. Claro que fue un trabajo complicado y con muchas etapas.

El MPM es un museo público-privado. ¿Ha sido siempre fácil el diálogo y el entendimiento entre la familia de Picasso y la institución? ¿Han encontrado muchas piedras en el camino?

Bueno, no sé si calificarlo como piedras... Toda la estructura estaba planteada de manera muy clara. Estaba el deseo de mi madre y mío de donar obras de arte sin contrapartida alguna. Así pudimos iniciar el diálogo con la administración pública, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, en un sentido muy simple: queremos llevar a cabo el deseo de Picasso, queremos donar obras y queremos saber si ustedes están dispuestos a aportar el contenedor, el museo. La base de todo fue simple. Lo más difícil o complicado de esta relación entre lo privado y lo público es que en lo público hay más cambios. Yo no he cambiado mi idea sobre esta institución en diez años o más, pero lo que ocurre es que en la administración pública hay cambios. Y eso requiere que cada vez tengamos que reiniciar relaciones y diálogo.

También han habido cambios en la dirección del museo, que en diez años ha tenido tres directores. ¿No cree que esto va en contra de la consolidación de un proyecto a largo plazo?

Hay que tener en cuenta que cuando creamos esta institución no existía una experiencia previa. Cuando se crea algo, primero lleva su tiempo y segundo se tiene que aprender a colaborar.

¿Después de una década de vida, puede decir que el Museo Picasso es el que usted había soñado?

Lo que podemos celebrar es que el museo está abierto, está vivo y es una realidad. Y eso ya es motivo de satisfacción. Todos trabajamos para y por ello. Por un lado, analizando la respuesta del público, podemos decir que la gran mayoría está muy contenta con la institución. Los que visitan el museo salen con gran asombro porque no esperaban ver un centro de tal calidad. Por otro lado, siempre se tiene que pensar en que se pueden hacer las cosas mejor. No puedo decir que el Museo Picasso está fantástico y ya está: siempre se puede mejorar esta institución que, después de diez años, ya empieza a ser adulta.

¿Ha aprendido usted más de Picasso, de su abuelo, gracias al museo?

Forma parte del trabajo de investigación que realizo. Antes de que existiera el museo yo había iniciado un proceso de investigación sobre la obra de mi abuelo y la historia del arte. Y claro el museo supone un plus, un instrumento más que me permite conocer mejor la obra de Picasso.

¿Cuál es su momento preferido en estos diez años del MPM?

Me quedo con el hecho de haber visto cómo los miembros de la familia han realizado préstamos a lo largo de estos diez años y que las instituciones, en España y fuera de España, así como coleccionistas privados, han prestado sus obras, lo que ha favorecido la vida de la institución. Más que quedarme con un momento preciso, me quedo con la satisfacción de haber visto cómo el museo, poco a poco, es cada vez más conocido y que ha recibido el apoyo de la familia y de otras instituciones.

La implicación de las instituciones en los presupuestos del museo, y de todos los museos, tienden a la baja. ¿Qué fórmulas tienen en mente para garantizar la continuidad del Museo Picasso sin que caiga la calidad de su oferta?

Es cierto que los presupuestos han bajado, pero hemos intentado que en ningún sentido decaiga la calidad. Sí que hemos bajado un poco la cantidad. Es normal: si hay un menor número de obras en una exposición, ésta resulta menos costosa. En muchos casos, para la misma exposición, manteniendo el nivel de su calidad, pueden darse varios formatos. Así que para mantener la calidad a veces hemos tenido que bajar la cantidad. Lo que no hemos reducido es el número de actividades. Nuestra tarea es la de mantener la calidad de la oferta. Trabajamos para eso.

¿Cuáles son sus deseos para el futuro del museo? ¿Cómo le gustaría verlo dentro de diez años?

Me gustaría que la oferta expositiva y las actividades continúen y que eso permita al público acercarse a la obra de Picasso y conocer un poco más la historia del arte en general. Me gustaría que el museo continuara siendo fiel a lo que fue Picasso: moderno, comprometido con su tiempo y respetuoso con el pasado. En definitiva, que el museo siga siendo un centro cultural con vida.

Si su abuelo entrara hoy por la puerta del Palacio de Buenavista, ¿cree que se sentiría orgulloso?

No lo sé, pero creo que él estuvo siempre interesado en que la gente viera obras de arte en general, además de las suyas. Creo que esa fue la lucha de todos los artistas del siglo XX: que el arte fuese aceptado por la sociedad y que fuera disfrutado por el público. Creo que él y todo los artistas se sentirían muy contentos de ver a tanta gente entrando a los museos.