¿Cómo llegó a embarcarse en la producción de Feelgood?

Esta aventura arranca en la obra Todos eran mis hijos y con la compañía [Entramados Teatro] que nace a raíz de este montaje debido a la buena sintonía que había entre todos. Cuando pensaron en ampliar el reparto, se acordaron de mí y es ahí cuando entro a formar parte de este nuevo proyecto.

Su personaje, Álex, desarrolla una peliaguda tarea: escribir los discursos del presidente.

Sí, es uno de los creativos que le da forma a lo que hay que contar. Supongo que todos tenemos presente en nuestras cabezas que estas personas existen; que los partidos políticos los utilizan y que trabajan como negros: escritores que se dedican a tejer una realidad a medida para el que está al mando.

¿Cree necesaria una sintonía de ideales entre los creativos y el político para los que escriben?

Hay una combinación entre lo que piensa el creador del discurso y los ideales del partido. La actualidad, lo que está pasando, y lo que hay que contar es el tercer factor determinante en este asunto. Para que el discurso funcione hay que encajar esas tres piezas.

¿Los encargados de escribir discursos sienten lo que escriben?

Creo que estos asesores hacen su trabajo. El señor que está en el banco cobrándote los 3 euros por mantenimiento de tarjeta no es un villano. Él recibe órdenes. Es un señor que está pagado por el banco y que te tiene que cobrar esa comisión. A todas las escalas, cada uno de nosotros hacemos algo en nuestro trabajo que no es agradable.

Pero una cosa es cobrar un precio por un servicio, aunque sea abusivo, y otra bien distinta es inventar una realidad...

Bueno, de alguna forma hay que hacer magia. El trabajo de estos tipos es conseguir que veas el efecto de la magia pero no el truco. Aunque éste sea un texto de hace más de diez años, la actualidad lo vuelve a poner en su sitio. Hay mil formas de contar la misma cosa y por eso puedes hablar de crecimiento negativo o de movilidad exterior.

Ahora el truco está en que la crisis ya se ha acabado. ¿Se lo cree?

Desde aquella tarde en un parque en la que un niño pequeño como yo me descubrió quiénes eran los Reyes no he vuelto a creer en nada.

Supongo que al Rey también le escribirán los discursos. Vaya papelón para el que tuvo que redactar el mensaje de Navidad de este año, ¿no?

El que ha escrito ese discurso sería un buen guionista para Disney o Pixar. Creo que ese hombre posee un gran talento para la fantasía, la magia y para hacer felices a los niños. Pero volvemos a lo de antes: seguramente no comulgue con lo que ha escrito, pero le pagan por ello.

¿Qué le supone actuar en el primer escenario de su ciudad?

El saber que voy en la senda correcta. Saber que con tenacidad, esfuerzo, ilusión y constancia se consiguen las cosas. Ésto no te sitúa en ningún sitio, simplemente te concede satisfacción del autoempleo, generar trabajo para otras personas y contar lo que queremos contar en un momento tan difícil como en el que estamos.

¿Qué le dijeron en su casa cuando soltó eso de «mamá, quiero ser actor»?

Tuve mucha suerte. Mi madre me sentó y me dijo varias cosas. Lo primero es que tendría que estudiar, a lo que estaba dispuesto. Y después me advirtió de que podría estar toda la vida intentándolo sin lograrlo. A lo que también dije estar dispuesto. Después de eso me dijo: «Pues sé feliz». Fue algo maravilloso.

¿Cree que hay futuro? ¿Apoyaría la decisión de un joven de estudiar Arte Dramático?

Creo que hay que hacer lo que uno quiere. Uno es mucho más feliz en la vida haciendo lo que uno quiere. Y si una persona quiere ser abogado o arquitecto, pues que lo sea. Y también si quiere ser actor.