En un parpadeo el mundo es otro. La idea de quienes creíamos ser se desvanece entre las cuchillas de queratina, la esperanza que alberga el iris desaparece con el primer haz de luz nueva y poderosa. En un parpadeo, el concepto de vida muta y cambia, el amor es otro, el tiempo es otro, el otro es Otro. Y así, en un suceder de metamorfosis imparables, lógicas y naturales, el mundo se fractura ante nuestra mirada.

Sin embargo, siempre hay un algo certero y profundo que prevalece y aspira a un estadio más sólido y ambicioso que el anterior, del que procede; ese algo guarda relación con el pensamiento y la resistencia, con el ejercicio de la memoria, con la capacidad para reflexionar y observar el acontecer -a pesar del parpadeo-. Estas acciones, pensar y resistir, me arrastran, bajo el eco de la canción de Elbow, Weather to fly -los británicos son grandes conocedores de la supervivencia al parpadeo- a Foucault -en la foto- no sólo a su urgente crítica social, siempre incisiva e inflexible, siempre cuestionando la estructura de poder sobre la que se sustenta el modelo de convivencia social -propio e impuesto-, sino al título Pensar y resistir. La sociología crítica después de Foucault, publicado por el Círculo de Bellas Artes, ensayos y coloquios que giran en torno a la figura y obra del sociólogo francés, un revolucionario de las ideas para el que «pensar es también querer cambiar el orden social de forma radical». Ese pensar se convierte así en ese algo certero y profundo que el parpadeo no logrará borrar o desvanecer.

En esta reflexión, cómo no, también irrumpe el aliento de Camus, ese aliento que no buscaba empañar la realidad sino convertirse en empuje y vigor para cambiar aquello que nos somete y nos convierte en esclavos de nosotros mismos, en reflejo de esa persona aséptica que nos observa al otro lado del espejo y que avergüenza el recuerdo del padre y de la madre, a quienes prometimos luchas y batallas, a quienes les dijimos que el mundo sería mejor, más justo y libre.

Pero no. Este mundo no es más justo y libre. No cumplí esa promesa, las palabras que lancé a la huella de la figura paterna se han convertido en polvo inactivo, con el que llenar los pulmones para no poder respirar, con el que acelerar la asfixia. Así que, cómo seguir creyendo en la condición de cambio, en la justicia, en la cultura del esfuerzo y la libertad ante el acontecer. Cómo, simplemente, seguir creyendo. Seguir. Sí, usted lo ha dicho, entre parpadeo y parpadeo. Pensando. Resistiendo.