José Luis Gómez es uno de los grandes actores españoles y sus compañeros de profesión no han querido perderse hoy su discurso de ingreso en la Real Academia Española, dedicado al teatro, ese "formidable juego simbólico, especular, que suscita en el espectador imágenes de la vida, de sí mismo".

Nuria Espert, Julia Gutiérrez Caba, José Sacristán, Carmen Machi, Helio Pedregal, Pilar Bardem, Natalia Menéndez y Aitana Sánchez Gijón fueron algunos de los actores que asistieron al solemne ingreso de este "cómico", como a Gómez le gusta llamarse.

Gran experto en alocución escénica, el nuevo académico no tiene obra escrita, a diferencia de lo que ocurría con el actor Fernando Fernán Gómez.

Pero José Luis Gómez confía en que su experiencia en dar vida a los textos de los escritores pueda serle útil a la Academia, que en sus tres siglos de existencia se ha centrado más en la palabra escrita que en la oralidad, a pesar de que el estudio de la retórica y la oratoria figuraba en el proyecto inicial de la RAE.

Quizá por eso han permitido que "un cómico a secas se pueda colar" en esta institución, dijo con humor ante el director de la RAE, José Manuel Blecua, y el secretario y el vicedirector de la Academia, Darío Villanueva y José Antonio Pascual.

En presencia de políticos como Javier Solana, Miguel Ángel Cortés, Jaime Lissavetzky y Ángeles González Sinde, y del director teatral José Sanchis Sinisterra, el nuevo académico fue desgranando en su discurso la pasión que siente por el teatro, "el lugar de la palabra, depurada por el autor, en acción".

Al darle la bienvenida, el académico y periodista Juan Luis Cebrián recordó la trayectoria vital de José Luis Gómez, que desde niño tuvo vocación teatral aunque su familia, quizá porque el oficio de actor lo veía poco seguro, lo animó a matricularse en la Escuela de Hostelería.

En París trabajó como camarero "en un conocido local frente al teatro de l'Odéon, lo que le permitió avivar sus aspiraciones escénicas y literarias". Asistió a un estreno de Claudel y tuvo ocasión también de pedirles autógrafos a Sartre o Camus.

Gómez se trasladó a Alemania para continuar su formación de hostelero, y fue en este país donde cambió de rumbo y decidió ingresar en el Instituto de Arte Dramático de Westfalia. Aprendió alemán en tiempo récord y conoció los secretos de la alocución escénica alemana, una de las más destacadas de Europa.

El regreso de Gómez a la escena española "revistió carácter de auténtico acontecimiento. Él habría de reformar, desde la dirección y la interpretación, las herramientas y utillaje de nuestra carpintería teatral, acosada por la censura y por una lacerante ausencia de cosmopolitismo", afirmó Cebrián.

El nuevo académico se formó también en Nueva York en el instituto de Lee Strasberg, y en Polonia trabajó con Grotowski, "otro monstruo sagrado de la escena mundial".

En España fue director, junto con Nuria Espert, del Centro Dramático Nacional, cargo del que dimitió por "la injerencia del poder político en sus tareas artísticas". Fue nombrado director del Teatro Español, hasta que tuvo que dimitir por razones similares.

Tras haber dirigido montajes "inolvidables" de "La vida es sueño" o "Edipo rey", entre otras muchas obras, Gómez se planteó, a principios de los años noventa, "la posibilidad de continuar su carrera en París".

Fue entonces cuando recibió la oferta de la Comunidad de Madrid de diseñar "un teatro de arte" que, entre otras funciones, mejorara y cultivara "el muy descuidado ámbito del habla escénica", recordaba Cebrián.

Así nació el teatro de la Abadía, bajo el lema de "el placer inteligente". Una fundación que dirige José Luis Gómez en la actualidad y en la que se han formado numerosos actores.

Al finalizar la respuesta de Cebrián, Gómez recibió la medalla y el diploma que lo acreditan como académico y fue a sentarse entre sus compañeros de la RAE.