Los hechos son inamovibles, precisamente porque no son sino las acciones sucedidas en el pasado. La Historia es la disciplina que interpreta esos hechos para, en cierto sentido, buscar su significado. El dato, por objetivo que sea, siempre es proclive a ser interpretado. Por suerte.

Paco Roca no es historiador sino un ciudadano de España con un oficio, contador de historias. Su medio es el cómic y su última historia trata de los años en que el republicano Miguel Campos (reconvertido en un imaginario Miguel Ruiz en la novela gráfica, que se moldea con varios supervivientes amén de Campos) escapa de la España de vencedores y vencidos el 20 de marzo de 1939, conoce los campos de trabajo franceses en Argel, la guerra de África y finalmente cierta gloria como parte integrante de la 9ª Compañía de la 2ª División Blindada de la Francia Libre, o 'La Nueve', nombre popular de ese contingente integrado por españoles republicanos en gran medida, y que es la que encabezó la liberación de París en 1944.

Cuando Roca decide que ese será el hecho de 'Los surcos del azar' (Atisberri ediciones) está siendo valiente en tanto que sabe (y así enfoca su obra) que este cómic no se leerá como un relato de género histórico más, sino también como una carta autoral a nuestro presente social y político.

Es un primer éxito, lograr que esta novela gráfica trascienda la mera obra documental para convertirse en un postulado a favor de la memoria, y de entender que hay heridas abiertas por querer ningunear esa memoria.

Y además Roca toma partido. Si en toda guerra hay heridas en ambos bandos, la victoria levantisca del fascismo en nuestro país se puede traducir en vencidos y vencedores. Esta es la historia de los primeros, no la de los segundos, una historia que capitanean aquellos que partiendo de la derrota ('El fin', se titula significativamente el arranque del libro, situado en esa fuga de una España a punto de proclamarse fascista) consiguieron una victoria heroica en París.

A partir de esta doble idea (un tebeo rescata el pasado para pensar el presente, y el autor es libre de posicionarse ante la historia) podemos entender la enorme categoría de 'Los surcos del azar': con forma de entrevista en presente del propio autor a Ruiz, con un aire periodístico pero lleno de una sensibilidad observadora propia del narrador puro, Roca desmenuza los hechos. El pasado se detalla, los colores naturalistas y atmosféricos nos llevan, como lectores, al sofocante desierto, al hacinamiento inhumano en un barco o a acciones bélicas secas y carentes de épica. Es sintético pero naturalista, a la manera de la línea clara (a la que no cabe adscribir a Roca totalmente).

Presente

El presente, sin embargo, libera aún más el dibujo y acude a tonos sepia. Los hechos están ahí, pero desde el presente solo cabe interpretarlos. Por tanto el presente, en eterna construcción, es menos concreto que el pasado. Es una posible lectura. Otra será la clara intención de poner el acento en la Historia y no en el `documental´ sobre paco roca y su encuentro con Miguel Ruiz. Pero ese ardid sería engañoso, porque, como se ha dicho, el presente es el fondo en esta obra. El juego de significados se intensifica cuando sabemos que la entrevista de Roca con el republicano es en sí misma ficticia. En el presente además tenemos más punto de interés de 'Los surcos del azar'. El mayor, que resulta un fascinante análisis del compromiso creativo y el proceso creador. Roca se dibuja practicando su oficio (aunque pocas veces lo vemos dibujando en la ficción€ el oficio de autor de cómics es más que eso claro) y poniéndolo en duda incluso.

Y excelente autor, Roca brilla retratando los cambios sutiles pero profundos en quienes rodean y conocen (creían conocer) a Miguel Ruiz. Es exquisito así en el detalle, en la caracterización de personajes, gestos, miradas, actitudes y diálogos. La empatía lograda a través de pequeños detalles de puesta en escena, un silencio, una mirada, un dialogo inesperado, ponen en relieve la categoría del autor.

Paco roca ha encontrado en 'Los surcos del azar', en fin, su obra más lograda, una que aprovecha la libertad del formato del libro para extender su compleja historia lo que es necesario, de modo que nada sobra, nada falta y nunca se pierde ritmo. Porque la lectura de esta novela gráfica documentada con rigor y narrada con ligereza resulta fascinante, desde su primera y terrible escena hasta las últimas y emotivas despedidas que cierran la obra.

Posiblemente estamos escribiendo sobre un cómic que va a quedar como un hito de nuestra historieta, y como la obra más importante de su autor, uno que, ojo, ya había hecho el superventas 'Arrugas', nada menos.