¿En qué consiste la aproximación del CAL a los autores andaluces que vivieron exiliados?

El próximo 22 de febrero se cumple el 75 aniversario de la muerte de Antonio Machado. Y también se cumple el 75 aniversario del final de la Guerra Civil y del inicio del exilio. Por eso, durante los próximos meses hablaremos de los escritores andaluces del exilio, que son muchos. Empezaremos con Antonio Machado en el mes de febrero y continuaremos con actividades en toda Andalucía sobre los distintos referentes del exilio. En el caso de Málaga están Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, Concha Méndez, Adolfo Sánchez Vázquez y María Zambrano, entre otros. También están Manuel Andújar, en Jaén; Juan Rejano, en Córdoba, y Rafael Alberti, en Cádiz. Queremos que, de alguna manera, estos nombres nos sirvan como referente literario y como referente ciudadano. Sánchez Vázquez se quejaba con frecuencia de que el exilio estaba mejor valorado en México o Francia que en España. Y en Andalucía, aunque se han desarrollado actividades sobre este asunto, por ejemplo, el Centro de Estudios Andaluces está trabajando en esta línea, creemos que la fecha del final de la Guerra Civil y el inicio de una larguísima dictadura nos sirva para recobrar la memora literaria.

¿Se podría considerar la literatura del exilio como un género en sí mismo?

El exilio dio para mucho y para muy buena literatura, aunque al final acababa siendo más un oficio que una vida. María Zambrano lamentaba que a la Segunda República no le habían dejado crecer, que había muerto siendo niña. Y que todo ese caudal de valores, no sólo literarios, sino también académicos, plásticos, intelectuales y políticos se habían agotado. Sánchez Vázquez decía que cuando llegó al México de Cárdenas, que abrió las puertas a buena parte del exilio español, se veía como una traición el hecho de adquirir una casa o comprar un coche. Porque daba la sensación de que los exiliados hubieran desesperado de volver a España. Y le costó mucho adaptarse. El problema del exilio es que no era la primera vez que se ponía en práctica en España, recordemos a Blanco White en el siglo XIX. Y no descartaría, conociendo ese tremendo y mezquino barrunto cainita que pesa sobre nosotros, que los españoles tuvieran que exiliarse de nuevo.

Lo dice porque la realidad económica, que no política, ofrece motivos para marcharse...

El hambre es un poderoso motivo político para irse de cualquier sitio. No lo llamamos exilio político, pero la inmigración lo es en gran medida: si la política no te facilita el empleo en tu tierra, tienes que emigrar otro lugar. Por fortuna ya no hay tanques en la calle, pero sí hay motivos para que la gente tenga que irse. Es algo que estamos viendo hoy: son muchos los jóvenes aventureros, como diría el oficialismo, que han emprendido la búsqueda de un porvenir distinto fuera de nuestro país. Y entre ellos, muchos poetas.

Al poder, al de entonces y al de ahora, no le gusta la variedad de voces e ideas.

Agustín de Foxá decía que la dictadura de Franco estaba consolidando un régimen tan fascista que hasta los fascistas como él iban a tener que irse. De Foxá era uno de los escritores más inteligentes del siglo XX e, incluso siendo partidario del régimen, temía que se estaban pasando de la raya.

Durante la Transición se optó por silenciar por todo lo que recordara al conflicto. ¿No cree que eso acentuó nuestra mala memora histórica respecto a estos escritores?

Hay que considerar, por ejemplo, que Juan Ramón Jiménez recibió el Nobel en el exilio. Y que el siguiente Nobel español se le entrega a un exiliado del interior, Vicente Aleixandre, que terminó exiliándose en su propia casa de Madrid, en la calle Belintonia. Buena parte de la literatura de la segunda mitad del siglo XX es la literatura del exilio. El reconocimiento público de los escritores no ha sido grande. Recuerdo que en 1982, cuando se le concedió el Nobel a Gabriel García Márquez, Cambio 16 realizó una encuesta sobre cuáles eran por entonces las celebridades más populares en España. El primer escritor, Camilo José Cela, aparecía en el puesto cuarenta y tantos. La literatura no llena estadios, aunque, afortunadamente, también hay ya en España autores bestsellers.

«Mi madre seguirá en el exilio hasta que España publique toda su obra», denunciaba hace unos meses la hija de Alberti y María Teresa León. ¿Por qué sigue viva esta deuda editora?

También ocurre con María Zambrano, que tiene pendiente de publicación una parte de su obra completa. Un caso tremendo, motivado por que fue un autor muy prolífico, es el de Juan Ramón Jiménez. Creo que nuestra generación no verá publicada su obra completa, a pesar de que ya se han digitalizado todos los archivos de la Universidad de Río Piedras, en Puerto Rico, donde hay mucho material inédito no sólo de su obra literaria sino de sus propias memorias. También es un caso paradigmático el de Manuel Andújar, que vivió un tiempo en el exilio y que ha sido muy poco reconocido fuera de su Jaén natal. Buena parte de su obra no ha sido reeditada ni se han hecho accesible a los lectores.