Eliseu Meifrén está presente en la muestra Courbet, Van Gogh, Monet, Lèger. Del paisaje naturalista a las vanguardias en la Colección Carmen Thyssen con cinco obras. A través de ellas puede observarse uno de los principios en los que se basa el argumento de la propia exposición, a saber, la evolución de la pintura de paisaje y la utilización de este como medio para la experimentación de nuevos lenguajes pictóricos.

Meifrén, (Barcelona, 1857-1940) fue discípulo de Antonio Caba y Martí i Alsina, quienes le transmitieron el sentido más fiel de la representación del paisaje. En un principio, su estilo estuvo influido por un posromanticismo de factura académica, después se le considera como uno de los introductores del impresionismo, con una obra luminosa y clara. Meifrén hizo de la pintura una meta vital; él mismo decía: «Nací en Barcelona, calle de Fernando; fui bautizado en la catedral, lo demás está escrito en mis obras».

Tras un primer viaje a París, en 1878, donde tuvo oportunidad de contemplar la pintura à plein air, ésta comenzó a influirle especialmente. Realizó varios viajes a la capital francesa, donde participó en el Salón de los Independientes de 1892, junto a Ramón Casas y Santiago Rusiñol.

Inquieto y gran viajero, el pintor catalán expuso sus obras en ciudades tan distantes como Barcelona, París, Buenos Aires o Montevideo. En Argentina, donde llegó en 1903, tras un fracaso en la exposición del Círculo de BBAA de Madrid, expuso en la activa galería Witcomb, que en sus primeros tiempos dio un importante protagonismo a la pintura europea.

Gozó del reconocimiento en otros países. Obtuvo terceras medallas en las exposiciones de París de 1889 y 1899 y una de plata en la Universal de Bruselas de 1910, así como un gran premio en la Universal de Buenos Aires de ese mismo año, medalla de honor en la Internacional de San Francisco de 1915 y gran premio en la de San Diego de 1916.

El legado del pintor es abundante, entre óleos, dibujos y notas, y en ellos no aparece la ruptura, sino la investigación. Meifrén sintió una especial predilección por las marinas, no es de extrañar que de estas cinco obras, dos de ellas presenten una visión en las que el agua es protagonista. El puerto de Barcelona es un cuadro horizontal, de gran formato. El pintor lo expuso por vez primera en la Sala Parés, en 1889, y fue presentado posteriormente en la Exposition Universelle de París de ese mismo año. La obra representa una vista del puerto de la ciudad Condal, con una importante línea oblicua, formada por el dique, que contribuye a dar mayor profundidad. Partiendo del concepto de una pintura naturalista, Meifrén se encaminó hacia la realización de obras estudiadas en las que la forma de ejecución se compenetraba con la materia representada. En esta obra, primero utilizó una pincelada vertical y después trazos horizontales para dar densidad a la zona del agua, y más circular y vibrante en el celaje, de una mayor modernidad, a fin de recrear lo etéreo de la atmósfera.

Una crítica en la prensa escrita por Frederic Rahola sobre esta exposición, propició que el pintor presentase al año siguiente, en su defensa, una obra titulada Mi estudio. En ella se le veía trabajar en su barca, pintando, reivindicando el trabajo en la naturaleza. Otra obra, con el agua como protagonista es Paisaje nocturno, un ejemplo de la utilización de una gama de colores plateados y grises, en una composición muy equilibrada. La noche en calma, la pálida luz en el río, en un cuadro colmado de quietud y de romanticismo.

El paisaje fue tan significativo para Meifrén que prefirió, buscando su esencia, los escenarios solitarios, sin personajes que sustrajesen el protagonismo a la naturaleza. Su trayectoria pictórica alcanzó su madurez durante su estancia en Mallorca, lugar en la que tuvo una residencia, y en la que los colores se aclararon y su pincelada alcanzó una vibración especial. Fue nombrado director de la Escuela de Bellas Artes de esta ciudad, cargo en el que no estuvo mucho tiempo, pero pintó en la isla en numerosas ocasiones, al menos durante periodos de once años distintos, siendo uno de sus lugares favoritos, junto a otros de la Costa Brava, como Cadaqués.

Malvarrosa.Valdemossa es una obra plena de verdes sombríos, paulatinamente más profundos, a través de las cuales consigue el pintor el efecto de lejanía. Tras la frondosidad del boscaje, el contraste luminoso de la fachada clara de una casa donde reverbera la luz. Penumbra glauca frente a luz dorada.

La última obra de este autor, en sentido cronológico en la exposición, es Valdemossa. Se trata de un estallido de color con una pincelada gruesa y empastada en algunas zonas, mientras en otras deja ver la propia trama del lienzo. Incorporada ya la técnica impresionista, la materia, la densidad, el color exaltado, todo ayuda a la expresión de una naturaleza cargada de belleza. Una obra de sensaciones, desdibujada la forma, donde el paisaje exuberante palpita con vida propia.

*Lourdes Moreno es directora artística del Museo Carmen Thyssen