A finales del año pasado mi bajista me llamó para informarme de que habíamos entrado en un proyecto patrocinado por el Patronato de Turismo, la Concejalía de Cultura y el Ayuntamiento de la ciudad de Melilla, denominado A cien millas junto a otros compañeros como The Tiritos, Fugitivos Del Swing, Balas De Plata... Esta iniciativa busca unir puentes entre Melilla y Málaga a través de la música, haciendo intercambios de bandas de un lado a otro de la orilla, dándoles la posibilidad a los grupos melillenses de salir fuera -si hay pocas oportunidades para tocar para los músicos de la península imagínense el hándicap de tener que cruzar la costa para ir a otras ciudades, con todo el gasto que implica-. Un gesto para el hermanamiento y la unión de culturas. El proyecto está dirigido por dos enamorados de la música, Javier Martínez y Luis M. Blasco a través de su empresa Gargamel, los cuales ya habían cerrado nuestra fecha en su ciudad pero todavía andaban con las gestiones de la sala en Málaga. Dos tipos que llevan a sus espaldas muchos años en el negocio, que han organizado cientos de eventos como el festival de blues melillense, entre otros, y que pocas veces han tenido que pasar por la vergüenza que ahora les cuento.

A través de una amiga se ponen en contacto con una sala de conciertos malagueña, donde el encargado de programación, Alberto Jiménez, les atiende. Todo pinta muy bonito: se cierran las fechas, la sala solo pone su escenario, pagan su alquiler, todo a cuenta del presupuesto del proyecto, por supuesto; pero los problemas empiezan cuando este señor ve los grupos malagueños que tocarán en la sala, diciéndoles a los chicos melillenses, que esos grupos «están anticuados, no están de moda y son una mierda» recalcando lo de «bluseros de mierda» entre otras lindezas. Él, dijo, se encargaría de buscar grupos más «de moda» para su cartel (los cuatro amigos de siempre) , a lo cual se niegan los organizadores pues buscaban grupos de la cuerda y el estilo de los que ellos traían de Melilla.

Este revanchismo le viene de largo a este tipo desde los días de la asociación de músicos de la cual salí huyendo al ver lo que se cocía ahí, coronándome como «el topo del ZZ» y Javier Aguilar (The Tiritos) presidente de la asociación del blues, que viendo lo que estaba pasando, también entregó su cuchara y montó su asociación aguantando un chaparrón de improperios. Bueno, pues ahí empezaron los problemas. Después de cambiarle de fecha tres veces, cambiarlos de sala, tener que presentarse en Málaga los organizadores por que veían que se estaban riendo de ellos, gritarles y terminar el encargado diciendo «La, la, la, la... Robles no te oye, te cuelgo» a los representantes del proyecto, imagínense la opinión tan bochornosa que se han llevado estos señores que nos han tratado como reyes cuando hemos estado en su ciudad, y que de la nuestra se han tenido que llevar esta desafortunada impresión -que no creo que sepan ni los dueños de la sala-. Entiendo que te puedan gustar más o menos las bandas -el estilo, creo que le importa poco cuando anda programando tributos- pero que, viniendo un dinero de fuera que irá directamente a la caja con la que se te paga, se ningunee a dos señores y se juegue con mi pan y el de mis compañeros porque a un tipo revanchista le salga de su alma.. Se va dando golpes de pecho como salvador de la música pero si lo llegan a escuchar como yo lo he escuchado, miedo tendrían que tener los que se pongan en manos de este tipo.