Vivir es una tarea complicada, especialmente, cuando le exiges a la trayectoria recorridos no lineales, cuando se alimenta el aliento con cordilleras que solicitan un compromiso, y una acción posterior, ante lo que vulnera la tan necesaria teoría de la disidencia elaborada por el gran filósofo Javier Muguerza. Necesitamos, con urgencia, disidentes. Disidir de este escenario monocromático que maquillan con reflejos que pretenden la ceguera perpetua, la misma que termina convirtiéndose en sordera analgésica y silencio persistente. Necesitamos disidir para hacer quebrar los territorios artificiales que sólo nos hacen creer modelos inexistentes, modelos sostenidos por lo que se proyecta, por lo efímero, modelos que no se sostienen porque el volumen que los completa sólo está compuesto por vacío, por el ejercicio de la nada.

Vivir es una tarea complicada. Sí. De ahí su belleza, su riesgo. De ahí la herida que pone en movimiento y agita. Hay quien vive a través de la palabra, de la idea. Hay quien no sabe ser de otra manera. Escribo esto y pienso en Manuel Fernández Cuesta, alma de la editorial Península, azote de este acontecer vacuo. Al que sigo echando de menos. Pero, lamentablemente, también me obligan a pensar en otro editor que admiro sobremanera, admiración que nunca he querido disimular, a pesar de la desconfianza que ello pudiera despertar en quien recibiera el texto crítico, la entrevista pausada y extensa con sus autores. Hablo de Constantino Bértolo. Hablo de Caballo de Troya, un sello editorial que apuesta por la idea, por la palabra incandescente. Por el riesgo literario, por la honestidad que ello conlleva. Caballo de Troya apuesta por la Literatura. Y no lo hace desde callejones o puertas traseras, no, lo hace a través del pensamiento de un editor que es el azote de la escena actual por lo que tiene de reflejo inalcanzable, «un editor algo gallego, bastante marxista y poco sentimental». Ahí queda eso.

Bértolo, junto con sus compañeros de asaltos, celebrará el próximo jueves 27 de febrero los 10 años -y un día- de Caballo de Troya. Una celebración que huele a despedida, a un adiós definitivo que empobrecerá, aún más, la escena nacional literaria tan esclava de las sinergias, del hoy por mí mañana por ti.

Una despedida que, de materializarse, dejará huérfanos a un número de lectores que nos acostumbramos a lo que debe ser la labor de un editor, a ese olfato felino, a esa mirada única de la que aprendimos, y en la que confiamos. Poco más que añadir. Bueno, no. Que yo seguiré esperando instrucciones para entrar o salir de la ciudad sitiada.

@CrisConsuegra