­El Ciclo Cultural Taurino de la Diputación de Málaga traía la pasada semana a nuestra capital a Antonio Miura, ganadero y heredero junto a su hermano Eduardo del hierro más legendario del campo bravo, y que atesora una historia marcada por la gloria y la tragedia. Gran conocedor de su ganadería y del manejo de sus toros en la dehesa de la mítica finca de Zahariche, en la localidad sevillana de Lora del Río, Miura descubrió a la afición malagueña los secretos de 172 años de historia ininterrumpida.

Perteneciente a la quinta generación de ganaderos de la familia, a lo largo de las treinta generaciones de toros bravos que han ido criando se ha logrado un animal «que cuando sale a la plaza, la mayoría de la gente sabe que es de la casa; que tiene su sello, su personalidad y su morfología, y eso es muy importante». No obstante, advierte que en esta alquimia «afortunadamente dos más dos todavía no son cuatro». «Gracias a la labor de nuestros antepasados, que son los que tienen el mérito», se ha conseguido una ganadería hecha «a la que intentaremos subir un peldaño más», manifiesta orgulloso.

La corrida de Miura que se busca en este siglo XXI es «una combinación de dureza, con un toro complicado; y a la vez que salga un toro que se deje torear en la muleta para satisfacer a otro sector del público y que el torero pueda cortarle las orejas». Esto último, precisamente, es lo que prefiere el ganadero, que no quiere «ver al hombre saltando al callejón y pasando un mal rato».

Otra de las señas de identidad de la ganadería de Miura es la forma en la que se trabaja en su finca Zahariche, «donde intentamos hacer las cosas como toda la vida se ha hecho, a caballo fundamentalmente». Esta es una dificultad añadida, ya que se trata de unos animales «que son complicados de manejar, agresivos y peleones». «Hay que hacerles muy despacio para que no se alteren, con ellos del reloj te tienes que olvidar», añade antes de señalar que «siempre que andas con un animal hay un riesgo».

Esas mismas señas de identidad que se observan en el campo se reflejan luego en la plaza, «donde no se puede sacar un toro tonto». Así, salta al ruedo «un toro morfológicamente más alto de lo normal, muy largo, con la piel final, mucho cuello y recogido de vientre». En cuanto al comportamiento, «es distinto, con reacciones imprevisibles; es algo que llevan en la sangre». Lo mejor que tienen, para Antonio Miura, es que «se les ve el peligro, no es un peligro sordo, y así trasciende más lo que le está haciendo el matador».

La disminución de festejos que se está produciendo, «por la que muchos ganaderos lo están pasando realmente mal», no está afectando a la ganadería de Miura, que mantiene el número de festejos lidiados en las próximas campañas. «También es cierto que en la época de vacas gordas también mantuvimos el número de animales en el campo», puntualiza. Así, son fijas cada año plazas como Sevilla, Pamplona, o las francesas de Arles, Beziers o Nimes; a la que se incorporará este año La Malagueta.

Regreso a Málaga «Acudimos con mucha responsabilidad, sabiendo que los protagonistas en esas corridas son nuestros toros, y por eso no queremos defraudar a nadie», señala antes de manifestarse cauto con respecto a su retorno a la plaza de toros de nuestra capital, donde no se anuncian desde hace más de un cuarto de siglo. «No es una plaza donde nos hayamos prodigado, las últimas fueron en el 87 y 86, y entonces no habíamos estado anunciados desde 1948; pero este año nos ha llamado la empresa y tenemos reservada una corrida a la espera que decidan si sirve o no para una plaza de primera categoría como esta», indica. «Nosotros creemos que tiene una presentación idónea para esta plaza», añade su criador.

Esta corrida se medirá en el II Desafío Ganadero con el hierro triunfador del pasado año, el de Victorino Martín, aunque «más que embista un toro o una corrida concreta, y lo importante es la continuidad. Lo difícil es en mantenerte durante muchos años en un nivel importante», sentencia.

De cara al futuro, Antonio Miura quiere ser «optimista». «El mundo del toro ha estado siempre muy dejado, y ahora que se ha visto en peligro es necesaria la unidad de toros, olvidando los intereses particulares de cada riesgo», concluye antes de advertir de que «ahora sí que hay un riesgo real».