­Málaga dispone de un circuito de museos envidiable, desde luego, pero, a veces, entre tanto jalear exposiciones magnas de maestros internacionales de otras épocas, nos olvidamos de que lo verdaderamente importante en el arte es la propia creación, el descubrimiento del talento, de nuevas voces que nos hablen del aquí y ahora. Una de ellas es José Luis Puche (Málaga, 1976), un artista que estos días ha logrado una importante hazaña: colarse entre los finalistas de los Emerging Artists Award, unos galardones que buscan ser la rampa de lanzamiento de los artistas más pujantes del momento en todo el mundo.

«Es inevitable tener la sensación de sorpresa, porque aunque no me presento a demasiadas cosas uno nunca piensa que pueda ser seleccionado por un jurado que además es internacional y con un elenco de buenos artistas de todos los países del mundo, pero, como es lógico, estoy muy contento por estar de momento entre los 50 mejores y con la lógica sensación de no haber logrado nada», nos cuenta Puche. La recompensa para el que se alce sobre los otros 49 candidatos es de impresión: una exposición en Dubai, un contrato de dos años con la prestigiosa Galería Sabrina Amrani y, por supuesto, el tener a un buen montón de ojos influyentes posados en su obra. Pero el malagueño se mantiene discreto: «Cada oportunidad que un artista se encuentra abre puertas. De aquí puede salir cualquier cosa o nada, pero lo importante es que esto es otra oportunidad para seguir trabajando». Y asegura: «Cualquiera de mis compañeros malagueños artistas tienen méritos más que suficientes para estar entre los seleccionados en los EAA. Vivimos un momento sumamente prolífico en cuanto al arte en Málaga, como pocas veces se ha visto, y también en otras provincias como Granada, Córdoba y Sevilla». Eso sí, para seguir mejorando, Puche lo tiene claro: «Hacen falta más galerías para cobijar el trabajo que aquí se realiza y un mayor coleccionismo, porque las instituciones no pueden ni deben cargar con todo el peso».

José Luis Puche estudió la carrera de Historia del Arte en Málaga, formación que le ofreció «una buena base teórica del arte». En 2004 a su vuelta de un doctorado que cursó en Roma fue cuando comenzó a dedicarse seriamente a la práctica artística: «Mis primeros trabajos fueron más enfocados a una cierta abstracción, después de un año consumiendo ferozmente en Roma un arte con dosis altísimas de belleza, a mi vuelta quise renunciar a todo eso y comencé a crear piezas realizadas básicamente con etiquetas y ensamblaje de objetos». Pero pronto volvió a la figuración, el lenguaje, dice, con el que más disfruta. Y vinieron los primeros premios, las exposiciones colectivas e individuales, institucionales e internacionales, las colectivas en galerías, una presencia en ARCO... Pronto abrirá su primera exposición individual en una galería: «Será con el que es mi galerista en Palma de Mallorca, Xavier Fiol, se inaugurará el 25 de abril y se titulará La Natura y el éxito».

En las piezas de Puche se nota la sólida formación académica. «El academicismo es algo actualmente considerado como desfasado, anticuado y contra lo que se lucha pero, sin duda, es una base sobre la que hay que trabajar para transformarla y crear un producto artístico que te distinga», argumenta el artista, quien, recuerda, buena parte de su periodo en la facultad lo pasó «leyendo los tratados de grandes clásicos como son Leonardo, Filarete o Alberti», maestros de los cuales aprendió bastante y que se reflejan en su trabajo actual.

También se aleja José Luis Puche de esa noción de truculencia, oscuridad y cinismo que enfanga cierto arte actual. Él mismo asegura que trata de ofrecer una visión «optimista» en sus obras, sin perder de vista el contexto: «Mi obra siempre ha tenido algo de social incrustado, aunque a veces la presencia de cierta belleza lo camufle o hace más bien que no sea una evidencia. No sé si me equivoco, pero hemos perdido todo aquello que se había ganado desde el Renacimiento en cuestión del Ser, no sé muy bien cual es la posición del ser humano en la actualidad, pero desde luego tengo claro que no es el centro de nada. Por ello meto en un mismo bucle narrativo aspectos meramente naturales y otros puramente artificiales o de civilización a través del ejercicio del dibujo que domina toda la obra».