En una pared de su despacho, una reproducción de una instantánea de Korda, El Quijote de La Farola: un testigo de la realidad subido, sí, a una farola. «Me gusta. Me recuerda que hay que tener una visión de contexto, mirar las cosas en su complejidad», cuenta el director del Festival de Málaga-Cine Español. Se enfrenta a su segunda edición como timón del certamen con su proverbial calma pero también con la solidez que le ha dado un año rico en experiencia y de mirar las cosas en su contexto.

Ésta es su reválida tras una primera edición en la que, me imagino, aprendería bastantes cosas. ¿Cuáles?

Buena pregunta... Aprendí a que las apuestas que se diseñan con criterio y planificación y que se desarrollan con trabajo y honestidad al final te llevan a situaciones muy positivas. Principalmente nos propusimos dos cosas: por un lado, aumentar el compromiso con la ciudad, y para ello abrimos Málaga de Festival (MaF), que está funcionando muy bien, en parte, porque nace desde la raíz, desde la gente, que es como estos proyectos deben surgir; y por otro lado, nos marcamos la necesidad de generar una mayor complicidad y cercanía con el mundo del cine. Venimos de presentar el Festival en Madrid y percibimos que la gente está muy a favor de Málaga, que está muy deseosa de que el festival continúe por este camino.

Alguna peripecia no tan positiva habrá habido de la que también habrá extraído una conclusión...

Soy una persona que relativiza lo bueno, los éxitos, pero también lo malo, y en todos los ámbitos. De todo lo malo se aprende, sí, pero lo que hoy toca es quedarme con todo lo positivo que he aprendido durante todo este año.

Hace algo más de un año, titulé nuestra conversación de entonces con una frase suya: «Málaga debe ser más recompensada por el cine español». Intuyo por lo que me acaba de decir que se está consiguiendo...

Hemos estado en constante diálogo con todo el sector y, como he dicho, vemos que hay un gran interés por participar en el Festival de Málaga, tanto por parte de los productores, digamos, de siempre como por parte de los de la nueva hornada. A las cifras me remito: hemos visionado 109 películas, aparte de más de 800 cortometrajes, 500 documentales... Cifras que prueban que hay una voluntad grande por parte de todo el mundo de estar en Málaga. Y a las declaraciones también me remito: Paco León ha dicho que Málaga es «la Champions League del cine español».

¿Había que dejar pasar el tiempo para que se consiguiera algo así?

En todo proceso de siembra hay que dejar pasar el tiempo para tener fruto. Sí, quizás el cine español no terminaba de ser tan generoso con la ciudad como la ciudad lo ha sido con el cine español, pero, afortunadamente, creo que en este momento puedo afirmar que el cine español está reconociendo el esfuerzo de Málaga, que lo está valorando tras haber comprobado, con el tiempo, que ésta es una apuesta seria.

Pero, ¿qué puede decirle a muchos malagueños que relativizan la importancia del Festival por el hecho de que aquí no estrenen autores como Almodóvar o Amenábar?

Ésa es una observación basada en el desconocimiento de la realidad del sector. No sería lógico que directores como Almodóvar, el nombre que siempre suena en ese tipo de comentarios, viniera a estrenar a competición una película en Málaga; él maneja otras estrategias y objetivos a la hora de dar a conocer su cine. Pero aunque él no crea que sea el foro adecuado para lanzar su producto, el Festival sí goza de las simpatías de él y de otros muchos directores, digamos, consolidados como él, que creen que éste es el sitio adecuado para el cine español. Pero no se trata de analizar las exclusiones, que no dejan de ser las excepciones que confirman la regla, sino considerar todo lo bueno que nos dan todos aquellos que sí vienen a Málaga, aquellos productores que se arriesgan a traer sus obras y someterlas a evaluación de la crítica y del público...

Habría que también hacer pedagogía, quizás, explicar a la ciudadanía que, afortunadamente, el cine español no se limita a las cuatro vacas sagradas.

Efectivamente. Los festivales deben ofrecer una plataforma a todo el conjunto del tejido industrial pero sobre todo a los miembros que no tienen tan abiertos los cauces de distribución y exhibición como Amenábar, Almodóvar o Santiago Segura. Directores como Míkel Rueda -autor de A escondidas, que competirá en la Sección Oficial- o Marqués-Marcet -firmante de 10.000 km, también a concurso- van a ser muy importantes en el cine español y necesitan ahora que alguien confíe en ellos. Es algo parecido a lo que ocurrió el año pasado con Stockholm, de Sorogoyen [una película producida a partir de crowdfunding que ganó algunas Biznagas y terminó llevándose algún Goya]...

También ha tenido que pasar tiempo para que se deje de ver al Festival de Málaga como un certamen de comedia, de risa fácil, amable... La Sección Oficial de este año no parece que vaya a ser de las de carcajadas...

Sí, se nos asoció durante un tiempo con contenidos, digamos, más ligeros, pero todo forma parte de un proceso evolutivo. El festival debe ser fiel reflejo de lo que le preocupa y le divierte al cine español, a la gente que hace cine español. En las 109 películas que hemos visto para la selección no abundaba la comedia. Y nosotros tenemos que ser un fiel reflejo de eso. Por cierto, una película dramática no tiene que ser mejor que una comedia, ni muchísimo menos, y a maestros como Berlanga me remito.

Lo suele comentar: el Festival va camino de ser un certamen en español, donde lo latino y lo español no estén tan diferenciados. ¿Cómo se hará sin desvirtuar la filosofía inicial?

El cine español, en este momento, en esta situación tan compleja en cuanto a explotación que no en cuanto a creatividad, está buscando fórmulas alternativas para producir. Así que los productores están abriendo su campo de trabajo hacia la coproducción internacional, y no sólo hacia lo latinoamericano: este año, por ejemplo, empezamos la Sección Oficial con una coproducción con Canadá y Francia -No llores, vuela- y cerramos con una con EEUU -Una noche en viejo México-. Si no somos reflejo de ese trabajo a nivel de coproducción no estamos siendo fieles al propio cine español. Y eso nos está llevando de manera natural a hablar de un festival de cine en español.

¿Podría, por ejemplo, competir en la Sección Oficial un filme peruano sin ninguna participación española?

No es lo que contemplamos en principio... Se trataría de abrirnos más a las coproducciones en la Sección Oficial y de potenciar el Territorio Latinoamericano como tal.

Quizás entren en competencia con el Festival Iberoamericano de Huelva, un veterano en la difusión de cine latino.

No, seguimos estando donde estamos, no entramos en terreno de nadie, sólo afianzándonos en lo que somos, en nuestra filosofía. Huelva, un festival que admiramos y con el que sentimos cercanía, y Málaga están a seis meses de distancia en el calendario, y ellos, como nosotros, tienen su propio sitio y su propio camino. No hay que entrar en estas cuestiones, de la misma manera que tampoco entramos al análisis de si otros festivales están haciendo una apuesta cada vez más amplia por el cine español...

Justo por ahí iba mi siguiente pregunta...

Lo intuía [sonríe].

El Festival de San Sebastián incluyó el año pasado en su competición cinco filmes nacionales, algo casi inaudito. Cuando vio que, por ejemplo, consiguieron La herida, ¿pensó: «¡Vaya, me la han quitado!»?

Hombre, no le voy a negar que me encantaría tener muchas más películas y las mejores posibles, eso es evidente. Pero entrar al terreno del antagonismo es un discurso equivocado; todos debemos saber qué somos, a quiénes nos dirigimos y cuáles son nuestros objetivos. En mi opinión, todos somos absolutamente complementarios, por fechas en el calendario pero también por el hecho de que cuantos más apoyen el cine español más ganaremos todos. En estos momentos, en un sector como el de los festivales, bastante castigado por la situación económica, no podemos plantearnos estrategias basadas en comparaciones; eso desorienta y difumina, y el que se difumina, desaparece. Y nosotros no nos vamos a difuminar.

Volvamos a lo latinoamericano como ejemplo de ese off del Festival de Málaga que gana enteros...

Si el Festival debe ser evaluado debería hacerse globalmente. Muchas veces se nos enjuicia, y lo entiendo, sólo por la calidad de la Sección Oficial, pero no deja de ser injusto que Territorio Latinoamericano, que tiene cosas maravillosas, o la sección de Documental, que nos va a sorprender a cada proyección, no entren dentro de esa evaluación del esfuerzo por que todo el cine español esté representado.

A pocos días de la apertura del Festival de Málaga, ¿qué espera de esta nueva edición?

Espero que la crítica y el público nos diga que se ha visto buen cine en Málaga. Porque a partir de ahí, de esa evaluación positiva que se haga, se conseguirá el objetivo final, que no es sólo que el festival crezca, sino que las películas y el cine español tengan puertas abiertas hacia la comercialización, hacia la cartelera y hacia el público. Si las películas no llegaran al público, a la cartelera, los festivales no cumpliríamos con uno de nuestros grandes objetivos.

Por cierto, el año que viene, edición número dieciocho, la mayoría de edad...

El festival es joven pero tiene mimbres de madurez, porque hemos sabido buscar una personalidad, defenderla y trabajar para que tenga futuro. Pero yo, que soy un eterno aprendiz de las cosas y tengo 56 años, creo que a este festival le queda mucho por aprender y mucho por mejorar, y estamos trabajando en muchas cuestiones en ese sentido. Tenemos que seguir apostando por el compromiso por la ciudad de Málaga, queremos que el festival se convierta en algo útil para que el tejido industrial de Málaga crezca y se asiente. Y también trabajamos cara a los cinéfilos, a los espectadores, con el Cine Albéniz, un trabajo con gran vocación de servicio público que seguirá creciendo.