Quien conozca mínimamente la trayectoria de los malagueños Trasto Teatro sabrá que, sobre todo, son unos aventureros de la escena. No sólo fueron pioneros en nuestra ciudad en utilizar el salón de la casa de su director y dramaturgo, Raúl Cortés, para ofrecer sus shows, sino que también idearon una filosofía de trabajo ferozmente independiente, que les ha llevado a viajar por toda España y también por México. Ahora tienen un nuevo reto entre manos, y de los grandes: convertir el castillo del siglo XIII de la localidad sevillana de Morón de la Frontera en un centro de investigación escénica junto a los también malagueños SilencioDanza. «Es una quijotada más de las nuestras», resume Cortés. «El Castillo de Morón fue edificado por árabes, que lo habitaron. Hasta que fueron expulsados como perros de la que fue su casa siete siglos. Posteriormente, tras la invasión francesa, las tropas de Napoleón bombardearon todas las torres y el Castillo quedó en ruinas. Esas ruinas alojaron a gitanos, que hicieron chabolas en ese puñado de piedras, piedras que les tiraban los oriundos para que se fuesen. Y durante la Guerra Civil y la posguerra alojó a muchos perseguidos políticos que buscaban cualquier rincón donde esconderse para salvar la vida», relata el dramaturgo, convencido de que este enclave, declarado Bien de Interés Cultural, es un refugio para «los nadie» de la historia. Y objeto ahora de una experiencia de custodia del territorio, filosofía de acción que parte de un precepto: la conservación del patrimonio no es sólo responsabilidad de las instituciones sino también de la ciudadanía.

Raúl Cortés y los suyos buscan un nuevo comienzo para el castillo de Morón. «Todo esto suena bien, muy bonito, pero el castillo, o lo que queda de él, es una inmensa ruina, donde anidan roedores de todo tipo, reptiles varios y todo tipo de pajarracos. De hecho, llevamos varios días enterrados en mierda de palomos y nos llega el churrete al tacón, de tanto quitar excrementos?¡con pala!».

Por fin, tras varios meses de papeleos y con la cesión del espacio por parte de las instituciones, abren el 27 de marzo, coincidiendo con el Día Mundial del Teatro. Y necesitan apoyo: cuentan con el beneplácito de las autoridades pero el proyecto, y por tanto su financiación, es absolutamente independiente... «Es decir, que sale de nuestros bolsillos». «Aquí haremos un festival de música al aire libre [a falta de cerrar una fecha, el violinista Ara Malikian se apunta], en verano, uno de teatro en octubre, un programa de becas de residencia artística y una programación regular... El arte, escénico, tratando de resucitar otro arte, el patrimonial. Es decir, un enfermo cuidando a otro enfermo», resume Raúl Cortés.