Su primera novela, Autopsia (Candaya), es un relato con apariencia de texto autobiográfico en el que realiza una radiografía de la juventud actual, esa que ha crecido pegada a la televisión, a internet y a las redes sociales, asegura el escritor zaragozano Miguel Serrano.

¿Autopsia pretende ser un relato colectivo de la generación de finales de los años 90 y principios de los 2000?

La intención no era esa, pero parece que es la lectura que se esta haciendo del libro. Algo que me sorprende, aunque desde el punto de vista comercial supongo que es bueno.

¿Pensó en contar la historia de un personaje?

Esa era la idea, hacer un relato más de personaje. De las obsesiones de una persona en concreto. Pero hay mucha gente que se está sintiendo identificada con él. Es raro.

Esta generación ha crecido con la televisión, internet y las redes sociales. ¿Considera que estos elementos han definido la forma de ser de la sociedad actual?

No lo sé. Creo que sí, que a todos nos influye el contexto sociocultural de nuestra infancia y nuestra primera juventud. A nosotros nos marcó lo que teníamos a nuestra disposición y lo que pasaba entonces. Y de alguna manera marca también todo lo que ha venido después, hablando desde el punto de vista histórico.

¿Qué opinión tiene de esta generación que ahora está empezando a vivir?

No sé si soy el más adecuado para hablar de esta generación. Antes se hablaba mucho del cinismo, que no creo que sea tan característico de mi generación, sino más bien de los años 90, un periodo muy cínico en el que parecía que todo daba lo mismo y que uno podía reírse de cualquiera. Entonces había barra libre para opinar sin pensar previamente.

Se dice que esta es la generación que lo ha tenido todo: buena educación, bienestar, paz... Sin embargo, parece que ahora no tienen oportunidades. ¿Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades?

No lo sé. A posteriori es muy fácil verlo y decir que sí. Pero supongo que cada uno hace lo que puede y toma las decisiones más adecuadas. Si hubiéramos sabido lo que iba a venir después, quizás no hubiéramos hecho las cosas que hicimos. Pero no soy nadie para opinar.

El protagonista de la novela, Miguel, vive obsesionado por el acoso que cometió contra una compañera de colegio. La narración se sitúa en el punto de vista del acosador, lo que no es muy común.

Sí, porque normalmente se da una imagen del acosador como un monstruo sin sentimientos. Es una imagen muy determinista. Por la experiencia que tengo, los acosadores del colegio no son mala gente. No son malas personas y cuando crecen no se convierten en malos ciudadanos. Pero la infancia es muy dura. Se hacen cosas de las que la gente se arrepiente. Este no es el caso del protagonista porque en la adolescencia se empieza a dar cuenta del daño que se puede hacer a los demás.

¿Encontramos en la obra retazos autobiográficos de su juventud?

Me gusta jugar mucho al despiste. Quería que todo el relato pareciera verdad, de ahí este recurso de que el personaje se llame igual que yo. La idea era que el lector tuviera la impresión de que estaba leyendo la confesión de un antiguo acosador. Me parecía mucho mas interesante desde el punto de vista de las emociones, de los sentimientos que podía producir en el lector. Si el protagonista se llamara Fernando, habría una distancia que yo no quería. Cuento cosas que no son reales pero quería que parecieran reales.

Ha escrito poesía y relatos cortos, pero esta es su primera novela. ¿Qué le alentó a escribirla?

Siempre digo que la forma de leer varía en función de lo que quiero contar. Cuando no tengo nada claro, escribo poesía. Cuando tengo ideas cerradas, escribo relatos. No empecé a escribir una novela larga hasta que no estuve preparado.

¿Qué opinión tiene del panorama narrativo español de la actualidad?

En los últimos años se ha producido una eclosión de la generación que nació en los 70. Ahora hay muchos autores de mi quinta que han alcanzado la madurez. Tienen ya una voz propia y están escribiendo unas obras extraordinarias. Por ejemplo, Ricardo Menéndez Salmón, que es uno de los más conocidos. Sara Mesa, que presentó mi obra ayer en Sevilla, tiene un libro que se titula Cuatro por cuatro y que es una obra maestra. También Alma, de Javier Moreno, me parece una novela espectacular. Creo que la narrativa española goza de muy buena salud a pesar de lo que digan algunos agoreros.

Se ha hablado también de la muerte de la novela. ¿Vive este género sus días finales?

Yo la veo bien. En tiempos de crisis, la novela es necesaria. Se ha dicho mucho sobre su muerte, pero es un bicho bastante escurridizo que encuentra caminos para seguir adelante de una manera o de otra. Es un género en el caben tantas cosas, tan maleable y tan versátil, que me parece muy raro que la novela desaparezca. Y más mientras queden seres humanos con ganas de contar cosas. La que ha muerto es la novela decimonónica.