Mientras España se perdía en la deriva, allá por 2008, ellos iban viento en popa con su magnífico debut, Un día en el mundo. Los madrileños Vetusta Morla -ellos lo escriben ahora en minúsculas- vuelven con su tercer álbum, y de él habla con uno de sus compositores, el guitarrista Juanma Latorre, periodista antes que músico. «Me agrada haber estado en ambos lados -explica», porque puedo entender a ambas partes y hacer que todo el mundo esté contento. Lo que no implica que a todos les guste el disco». Y se ríe.

Se ha dicho que vuestro nuevo disco, La deriva, es un álbum sobre la crisis. ¿Qué hay de cierto o de simplificación en esta afirmación?

Es un poco simplificación. La deriva habla de lo que nos ha pasado en los últimos tiempos, de lo que nos rodea, y de cómo nos sentimos ante ello. La crisis y el ambiente social y político es una más de las cosas que nos han motivado para escribir, pero no es lo único ni lo más importante desde el punto de vista del concepto del disco, que no habla de la sociedad ni de la política, sino de la deriva como concepto.

Se ha dicho también que es vuestro disco más urgente y rápido.

Fueron las circunstancias lo que nos empujaron a ello. Estuvimos alejados unos de otros unos meses. Después de la gira de Mapas necesitábamos un poco de aire. Retomamos la actividad, hicimos una gira por América y a la vuelta nos pusimos a componer. Para estar de gira en 2014 teníamos que hacerlo rápido, de ahí la premura. Tratamos de que esa urgencia nos diera más espontaneidad. Hemos tenido que confiar más en la intuición, y hay una mayor frontalidad y aspereza en el sonido. No estar en nuestra zona de confort nos ha obligado a aprender.

Es cierto que se percibe más crudeza y más rotundidad rítmica si se compara con Mapas y Un día en el mundo.

Así es. Hemos tratado que el sonido acompañara a lo que estábamos contando, dándole más importancia a la base rítmica, introduciendo en ella conceptos que antes solo estaban en las guitarras. Antes podíamos grabar tres guitarras para crear una masa. Ahora eso lo aplicamos a la base rítmica, y eso ha marcado el tono sonoro del disco.

¿Cómo os repartís las tareas de composición en un grupo de seis miembros?

Ha habido de todo. Pero habitualmente, uno de nosotros, que suele ser Guille o yo, trae una idea al local que, por lo general, consta de una progresión armónica, una melodía y alguna letra. En el local lo trabajamos entre los seis hasta conseguir darle forma a la canción. En este caso hemos trabajado mucho por parejas o por tríos por esa urgencia. Antes les dábamos la vuelta a las canciones durante meses, y en este álbum ha habido algunas que han salido en cuestión de minutos. Por ejemplo, yo llevé los acordes y la melodía de Golpe maestro; quedé con Álvaro y con David, bajista y batería, y entre los tres hicimos una especie de power trío y lo dejamos grabado en el ordenador. Fiesta mayor, por ejemplo, es una jam, con todos tocando a la vez en el estudio.

Un día en el mundo estaba grabado por pistas, y Mapas, en directo en el estudio. ¿Cómo ha sido la grabación de La deriva?

Gana por goleada la grabación por pistas. Para grabar en directo necesitas un entrenamiento, porque si vas al estudio y tocas mal las canciones, te dejas un dineral en el estudio y no avanzas. Como no existía ese tiempo y teníamos que mirar mucho cada sonido, decidimos hacer la grabación por pistas. Hay alguna excepción, como La grieta y Fiesta mayor, que es una jam session, una improvisación en el estudio a la que luego se le añadieron las trompetas.

Parte del disco fue grabado en un piano bar de Madrid.

Sí, es un piano bar muy célebre en Madrid. Se llama Toni2, y es el epicentro nocturno de los crápulas madrileños, entiéndase en el sentido humorístico del término. Desde hace décadas va gente muy mayor a cantar coplas y se juntan con gente más joven como nosotros que se interesa por esa cultura nocturna. El tipo que está allí no te deja ni acercarte al piano, pero con nosotros se portó muy bien y nos dejó grabar el piano de La mosca en la pared. Fue un empeño de nuestro.

Las letras siguen siendo pictóricas: no hay significados concretos, sino una sucesión de imágenes. Los textos se pueden interpretar de mil modos diferentes.

Yo espero que así sea. Se habla mucho de lo que tiene de social y de político del disco, que lo tiene, pero sin renunciar a esto que comentas. Es un concepto pictórico de las letras, que trata más de generar imágenes que de contar algo demasiado concreto. Ojalá se entienda así. No queremos que por hacer un disco más agarrado a la realidad dejemos de tener ese estilo con el que nos sentimos muy a gusto.

En el videoclip de La deriva se compara la realidad con una visita al dentista. ¿Cómo se gestó?

Fue idea del director, Juan Cavestany, que ha hecho una película titulada Gente en sitios, que a nosotros nos gustó mucho [una de las cintas más premiadas del underground español reciente] Nos parecía que tenía un estilo y una forma de narrar que le podía ir muy bien a La deriva. Son historias aparentemente triviales que generan una empatía muy potente: una visita al dentista, unos niños en el patio de un colegio, unas personas ensayando una coreografía... Poco a poco se genera la sensación de que todas esas personas necesitan agarrarse a algo dentro de la deriva.

Vuestra percepción de la crisis ha tenido que ser peculiar, contraria a la de la mayoría de la gente: vuestro ascenso comenzó precisamente en 2008, el año en que muchos sitúan el comienzo de la crisis económico que aún asola nuestro país.

Es una sensación extraña, es cierto. Cuanto peor iba el país, mejor nos iba a nosotros. Lo que nos queda es disfrutar de lo bien que nos va y esperar que a todo el mundo le vaya tan bien como a nosotros, y contribuir a ello a través de la música. Es cierto que el sector de la música tardó un poco más en entrar en crisis. La verdad es que se está pegando el batacazo ahora.

Habéis actuado en el acto por José Couso en Madrid. Con vuestro estatus os pedirán que participéis en un sinfín de campañas y conciertos benéficos. ¿Tenéis que elegir dónde hacerlo?

Tenemos que seleccionar, sí, porque lamentablemente no podemos llegar a todo. En otras cosas nos cuesta mucho ponernos de acuerdo, pero en esta, no creas. Es bastante sencillo. Normalmente alguien que tiene mayor cercanía con el tema plantea la cuestión y llegamos a acuerdos muy fácilmente.

Hace poco terminasteis vuestra séptima gira mexicana. En este disco, al igual que en Mapas, se notan las influencias latinoamericanas en algunos temas, como ¡Alto! y Las salas de espera. ¿El influjo americano os atrapa cada vez más?

Ocurre de una forma muy inconsciente, pero es cierto. Pasaba con Maldita dulzura, de Mapas... Pero la verdad es que no nos damos ni cuenta. Vas viajando, conociendo músicos, absorbiendo sonidos. De repente llegas al local de ensayo y sale un poco. Sucede, y a mí, la verdad, me gusta, porque significa que cuando tocamos por ahí no se trata de tocar y volverte al hotel. No es una cuestión comercial, sino que vives una experiencia y te abres a nuevas culturas. Luego lo pasas por tu turmix personal y acaba siendo una canción de Vetusta Morla.