Adrián Ramos y Oriol Segarra se conocieron en el instituto, en Gaona, y desde hace diez años viven en Madrid, sembrando. «Fue como Tú a Boston y yo a California», nos dice Adrián. Oriol concede: «Somos como Pili y Mili, pero con barbas». Lo cierto es que ya están empezando a recoger. Los malagueños acaban de triunfar en el cada vez más prestigioso Notodofilmfest, en el que han logrado el Gran Premio del Jurado y el de Mejor Dirección Artística gracias a El alpinista, apenas tres minutos y medio de ínfimo presupuesto y máximo ingenio, como mandan los cánones en el certamen ideado por el cineasta Javier Fesser en el lejano 2001. Por cierto, que el propio Fesser y otros nombres aquilatados de la industria como Isaki Lacuesta, Carlos Bardem, Fernando Colomo, Óscar Áibar y Javier Rebollo fueron los que bendijeron a los malagueños: «Está bien que cineastas ya consagrados se fijen en propuestas tan modestas como El alpinista. Y es fantástico que exista un festival como el Notodo, que premia las ideas por encima del presupuesto», asegura Adrián.

A este par de dos -responsables de la productora Cretino Films; Adrián: «Mi padre acostumbra a llamarme así cariñosamente, y por extensión a mis amigos»; Oriol: «Mucha gente nos conoce como Los Cretinos, lo cual nos encanta»- se les pregunta por sus influencias y, dicen, estarían «diciendo nombres hasta mañana»: Roman Polanski, Aki Kaurismäki, Berlanga, Todd Solondz, Dario Argento, Paolo Sorrentino, Alexander Payne... Lo cierto es que se note más o menos la huella de estos realizadores, hay una marca cretina en los trabajos de Ramos y Segarra: dicen que les interesa «mezclar el humor absurdo con lo cotidiano» y «hacer comedias tristes, dramas descacharrantes». Cualidades que están en El alpinista y en otro de sus celebrados trabajos anteriores, Ritmosis, la crónica de una ruptura sentimental por una curiosa enfermedad, también otros pocos minutos ante los que el espectador sólo puede reaccionar con una sonrisa torcida.

Ahora estos jóvenes inquietos que se fueron a Madrid para estudiar cine porque «era lo natural» para ellos, tienen dos proyectos sobre el tapete. El primero, otro cortometraje, Ramiro, «una tragicomedia fantástica» que será su pieza «más ambiciosa hasta la fecha, en cuanto a presupuesto y duración» -por cierto, que ha recibido una ayuda de 5.000 euros del Festival de Málaga, en su primera convocatoria de apoyo al audiovisual-. El segundo, cómo no, el largometraje: «Ya estamos más que fogueados en lo de hacer cortos. Tenemos un guión de largometraje que nos gustaría rodar el año que viene. A ver si liamos a algún productor temerario», confía Oriol. Ojeadores de talento con posibles, ya saben.