El malagueño dice tener marcada a fuego en su calendario su próxima actuación, el viernes en el Castillo Sohail (22.00 horas), un lugar que estuvo presente durante la composición de todas las canciones de Once historias y un piano, su exitoso primer álbum. López se encuentra en pleno proceso de escritura de lo que será su segundo disco, un trabajo que, confiesa, «tiene que estar muy por encima» de su predecesor.

­¿Actuar en el Castillo Sohail es un sueño hecho realidad?

Todavía no me puedo creer la cantidad de sueños cumplidos que he vivido durante este año y medio, pero sí que es verdad que el Castillo Sohail tiene una connotación muy especial. El castillo es parte viva de este proyecto. Compuse todas las canciones de Once historias y un piano mirando hacia el castillo y lo tenía siempre presente. Además, he visto a grandes artistas a los que admiro pasar por su escenario y nunca me he subido. He tenido la suerte de estar en casi todos los grandes escenario de Málaga, como el Teatro Cervantes o el Martín Carpena... Pero el castillo es un lugar con el que llevo soñando desde que tengo uso de razón como músico.

¿Siente el precipicio del segundo disco?

Sí. Ya estoy empezando a escribirlo. Los tiempos apremian y hace falta que vaya teniendo material nuevo. A mí también me apetece. El corsé al que me veo sometido por culpa, para bien, de cómo ha ido el primer disco es grande. Artísticamente, creo que he creado un grupo de canciones con mucha vida y en las que pasan cosas dentro de ellas. Y profesionalmente, por lo lejos que ha llegado y la buena crítica y aceptación del público que ha tenido. Es complicado sentarte delante del piano y la libreta para escribir algo nuevo que tiene que estar muy por encima de esto.

Además, reconoce que es bastante pesimista y que se preocupa mucho por todo. ¿Se vendrá abajo si el nuevo disco al menos no empata en éxito con el primero?

Te podría decir que no, hacerme el valiente y decir que me daría igual... Pero te confieso que me hundiría en la miseria. Todo esto me ha costado muchísimo trabajo, tanto a mí como a todo el equipo que trabaja conmigo. Cada pasito de un metro que das cara al público son cien kilómetros de trabajo interior, el que no ve la gente. No me gusta andar para atrás nunca. Me veo en la obligación personal, no sólo cara al público, los medios, la discográfica y mi gente, de mejorar. De hacer cosas mejores que las que ya he hecho. Si no tendría que olvidarme y dedicarme a otra cosa.

Componer en pijama por la mañana, aunque no es nada glamouroso, es de lo más normal. ¿Por qué cree que en España se tiene una visión tan distorsionada del trabajo del músico?

La visión que se tiene es una caricatura de la realidad. La gente que ignora cómo es este mundo siempre mantiene a fuego viejos mitos o consignas. Empezando por la manera de trabajar de los autores. No quiero romperle a nadie la magia ni nada por el estilo, pero escribir una canción es un trabajo duro; un trabajo sufrido, feo y en el que uno experimenta unas sensaciones complicadas. No es nada idílico. Lo que ocurre es que el resultado después sí que es idílico. Para enamorarse. Pero el proceso es duro y complicado.

La Inspección de Trabajo está acudiendo a muchos locales malagueños que ofrecen música en directo para pedir los papeles a los músicos y sancionar a los que no estén contratados o dados de alta como autónomos. ¿Qué le parece la medida?

Yo he sido toda la vida carne de garito. Así es como me he ganado la vida hasta los 25 años. Estuve muchísimos años recorriendo la Costa del Sol y siempre he luchado, junto a los dueños de los garitos, contra esa policía que venía a cortar los conciertos o contra esa multa que le metían al dueño del local. Pero no sabía que la cosa se había puesto hasta ese extremo. Entiendo que la economía sumergida hace mucho daño, pero, sinceramente, y desde el respeto, creo que la economía sumergida de los músicos que tocan en un garito no hace ningún daño al Estado en comparación con los millones que mueven por ahí en otras cosas que sí que se permiten. Los cincuenta o sesenta euros que se pueda ganar un tío que está desgañitándose hasta las cuatro de la mañana no van a arreglar la hacienda de este país. Yo pago mi autónomo y mis impuestos todos los meses, pero si hubieran venido a multarme en esa época, en la que reconozco que no era autónomo, hubiera puesto el grito en el cielo.

Se declara más admirador de las canciones que de los grupos o solistas que las interpretan. ¿Qué echa en falta en las canciones actuales?

A veces se arriesga poco líricamente. Creo que tenemos una lengua difícil para comunicarse en una canción; el castellano es más difícil que el inglés, por ejemplo. Pero creo que si se mima y se cuida tiene muchas posibilidades. A mí es lo que me acaba seduciendo de un autor. Admiro a los compañeros que hacen letras de una manera tan clara y a la vez tan estética. Y eso es lo que me ha tirado para atrás las ocho o nueve primeras canciones con las que he intentado arrancar este segundo disco: que no he visto que me satisfagan o me seduzcan líricamente. Y yo no quiero eso. Quiero intentar buscar ese punto de pellizco en la música (me considero más músico que letrista) y en las letras, que es donde tengo más déficit. Si hay algo que echo de menos en lo que escucho es que la gente se esfuerce un poquito más en contar cosas.

¿Cree que Operación Triunfo ha beneficiado a la música española o la ha perjudicado?

Pues creo que ni la ha beneficiado ni la ha perjudicado. Son dos entes totalmente diferentes, con distintos lenguajes, aunque a priori pueda parecer que no. A veces una se nutre o busca beneficiarse de la otra. Nosotros vamos a programas de televisión para hacer promoción y la televisión nos usa a los músicos para sus melodías y sus cosas. Pero no creo que vayan de la mano o que Operación Triunfo haya sido una discográfica o fruto de la carrera de nadie. Si yo me he comido algo en esta vida ha sido por currar. A mí OT me ofreció un contrato de televisión. Súper profesional, eso sí, pero que no tenía nada, nada, nada que ver con la música.

¿Recuerda la última entrevista en la que no le preguntaron por su tocayo y paisano Alborán?

No, la verdad.