Joaquín Campos (Málaga, 1974) comenzó a compartir sus retratos de un país que conoce tan bien como detesta cuando llegó en 2008­­­. Desde 2009 comparte sus experiencias con los lectores de La Opinión, a través de su blog Chinitis. Lo hace en primera persona y a cara descubierta, saltándose la norma implícita de que lo que pasa en China se queda en China que cumplen corresponsales, cooperantes o empresarios, tal como denuncia el malagueño siempre que tiene ocasión.

Desde hace casi dos años está instalado en Camboya, donde hace de embajador de la gastronomía española en su restaurante Quitapenas. Pero seguro que no será su destino definitivo. Cambiar de lugar de residencia con relativa frecuencia forma parte de su biografía desde que dejó su Torremolinos natal con veinte años. Ha vivido en Segovia, Murcia, Barcelona, Madrid, Pekín, Shanghái, Xiamen y hasta en un crucero. «Me gustaría vivir en Nueva York y Kioto. El tercer mundo cansa. Como cuando me cansé de España. Y ya llevo ocho años y medio en Asia, donde en algunos asuntos la vida no es fácil. Comienzo echar en falta aceras por donde poder pasear y gente capaz de mantener una conversación profunda. Y eso en Asia es difícil de encontrar especialmente en Camboya», reconoce.

Esa inquietud que le lleva a explorar sitios que no conoce, alcanza su faceta como escritor, un calificativo con el que se siente más cómodo ahora que su primera novela se puede tocar (antes se publicó en formato digital). «Escribo para publicar. Y si es en papel mejor. Y el que diga lo contrario miente», sentencia. Además de ser un cronista feroz de cuanto le rodea (Málaga no se salva) ha ejercido de reportero improvisado y voluntarioso para entrar en la prisión camboyana de Prey Sar o entrevistar a Sam Rainsy, líder de Partido Nacional para la Salvación de Camboya y principal fuerza política contraria al actual gobierno del país. Admite que su visita a España le ha impedido participar como observador en primera fila en las protestas de ciudadanos en Hong Kong: «Cuando vuelva a Asia, si se recrudecen, iré a Hong Kong. Pero de lo que de verdad me gustaría haber sido testigo es de las reuniones de la cúpula del Partido Comunista chino en Pekín, con su presidente Xi Jinping a la cabeza, tratando un tema tan violento como unas manifestaciones continuas y pacíficas donde se exigen libertades y democracia, justo lo que esta China nunca dará a su pueblo, maniatado».

En cualquiera de sus textos se descubre como un narrador desbocado y cuando inventa historias no se aleja mucho de una cruda realidad que ha visto con sus propios ojos . En los episodios de Faltan moscas para tanta mierda, que mañana, a las 19.00 horas, se presenta en la Librería Luces, destacan la crudeza y la naturalidad con la que describe situaciones que pueden sonrojar a más de uno. Enfrentado a la duda de si el proceder desenfrenado de Mochales puede convulsionar más sensibilidades en España o China, Campos lo tiene claro y responde con la misma sinceridad con la que escribe: «En España, por la sencilla razón de nuestra estupidez. Aquí lo políticamente incorrecto molesta, sea o no ficción. Aunque reconozco que una queja del gobierno de Pekín ayudaría a que las ventas ascendieran».