­En la octava planta del Teatro Real de Madrid, los paraguas se agolpaban a la entrada del salón donde ayer tuvo lugar la presentación del tercer álbum de estudio de Pablo Alborán. La impertinente lluvia vino a visitar al cálido Terral en su día de estreno, aunque nada pudo hacer ante la presencia del malagueño, capaz de disipar cualquier nube con su presencia. «Es el disco más honesto de los que he hecho hasta ahora», confesó nada más concluir la sesión de fotos con la que arrancó la presentación. Alborán quiso dejar claro desde un principio que hay un antes y un después de este lanzamiento. «Los cambios han sido muchos», dijo. El más evidente, la compañía: el malagueño deja atrás EMI para iniciar una nueva andadura con Warner, donde ha podido «participar en los arreglos de las canciones» y sentirse mucho más libre en la toma de decisiones. «Este disco se acerca más a lo que soy yo», dice orgulloso. También ha cambiado de productor y, también por primera vez, ha dejado España para grabar en Los Ángeles. Pero la búsqueda de su esencia ha merecido la pena: horas antes de salir a la venta, Terral ya era número uno.

Para un artista que dice vivir con miedo a defraudar, desnudarse y desnudar su obra es tomar el camino menos cómodo. ¿Le va la marcha?

Me ha sido más fácil de lo que pensaba. Lo único que he tenido que hacer es ser yo, no había que buscar ningún artificio. Esto no quiere decir que antes lo buscara, pero sí que es verdad que antes siempre había intenciones de ser más moderno, de producir más las canciones, de buscar elementos electrónicos para llevar los temas a un terreno más actual... Este disco es el más orgánico de todos y me ha abierto otras puertas.

Lo que contradice esa teoría que dice que si algo funciona, mejor no tocarlo.

Exactamente, aunque en mi caso ha ocurrido al contrario: todo lo que ha funcionado, se ha tocado. Y a veces más de lo que había que tocarlo. La gente que me conoce y escuchaba mis maquetas me lo decía que los discos no tenían nada que ver con las maquetas o con cómo sonaban las canciones en directo. He escuchado muchas veces ese comentario. Pero creo que la gente, detrás de toda esa producción, vislumbraba que yo seguía siendo yo. Lo que faltaba es que, musicalmente, y a nivel de producción, pudiéramos transmitir eso.

Es la primera vez que participa en los arreglos, que graba las guitarras y el piano en el estudio, que se sumerge en la producción... ¿Cómo ha sido ponerse en la piel de gran capo?

Bueno, todo lo contrario. Precisamente no quería ser ni el capo ni el jefe, y eso ha sido lo bueno. Al principio temía que Eric Rosse, el productor, fuese un divo o un ególatra. Pero desde la primera reunión que mantuvimos entendió lo que yo quería: un disco que me mostrase cómo soy como músico. Necesitaba que me entendiese y que fuera capaz de descifrar mi esencia. Y él ha fomentado esa parte. No hemos hecho nada más que ir viendo hacia dónde nos llevaban las canciones de manera natural.

En Terral dice cantar a un amor más real. ¿Se le está difuminando con el tiempo esa idea del amor Disney, del romance perfecto?

Nunca he tenido una idea romántica del amor Disney. Siempre se ha pecado, cuando se habla de romanticismo, de castigarlo por cursi, ñoño o lo que sea.

Sí, claro, pero lo de un amor real lo ha dicho usted.

Claro. A medida que vas avanzando, todo cambia. El amor adolescente es un amor fantástico que no ves de la misma manera con el paso del tiempo. Ahora, con veinticinco años, no lo ves igual. Y supongo que incluso con ochenta años uno no sabe si el amor que tiene al lado es el amor bueno, o puro o sano. Este disco habla de ese amor que te hace ser mejor persona, que te hace sumar y que creo que es fundamental en cualquier pareja.

Canta al amor, al desamor y a lo que ve en la calle. ¿Qué ve Pablo Alborán cuando sale a la calle?

Pues lo que vemos todos... Aunque yo me dedique a esto y me veáis con los flashes y estas cosas que abruman bastante, veo lo que ocurre. Y veo lo que pasa en mi casa, lo que les pasa a mi familia y a mis amigos. A mí me va muy bien en el trabajo, pero obviamente no paso de soslayo sobre todo lo que sucede. Lógicamente, no acudo a la canción protesta, pero estoy igual de crispado como cualquier ciudadano. No me siento identificado con ningún partido político, no veo soluciones y sólo veo quejas: basura que se tiran unos a otros. Veo la televisión y me crispo aún más. Las canciones de este disco que se alejan un poco más de la temática romántica, como son Está permitido y Vívela, no son canciones protesta porque no entran en política, pero sí hablan del lado humano, de cosas como dejar de estar anclados en el pasado, como les ocurre a muchos partidos políticos, o de ser positivos y creer en que la idea utópica pueda dejar de serlo.

Dice no sentirse identificado con la política...

Lo que no quiere decir que no me sienta comprometido.

De acuerdo, pero, ¿rechazaría el Premio Nacional de la Música como ha hecho Jordi Savall, si se lo ofrecieran hoy?

Creo que toda protesta es digna de ser escuchada y respetada. Tendría que verme en esa situación... Puede ser... No estoy en esa situación, pero lo entiendo. Lo que sí creo es que no hay que ser hipócritas. Y eso me parece bien.

Hoy otro Pablo que triunfa en lo suyo y que, según apuntan las encuestas, podría ser presidente del Gobierno. ¿Cree que el fin del bipartidismo beneficiaría a nuestra democracia?

La democracia es fundamental y en democracia no sólo tendría que existir el bipartidismo. Pero es verdad que, ya no sólo por Pablo Iglesias, cuando leo los periódicos o veo la televisión, únicamente encuentro incongruencias. Y me pregunto quién va a tener la varita mágica para ofrecerme la información pura o limpia. La imagen del salvador o el Superman que va a venir a arreglarlo todo la deseamos todos, pero tampoco creo que exista ese superman.

En la parcela que le toca, ¿cree que la cultura está maltratada en este país?

Sí. Yo estoy muy bien tratado, a mí me va muy bien respecto a público, ventas, conciertos, pero...

No está la cosa como para estar contentos...

Obviamente no. Hay un desajuste bastante heavy en muchos aspectos. No solamente en cultura, en medicina, educación... Y son cosas que también vivo. No puede ser que una persona enferma no reciba una ayuda o que el seguro no cubra operaciones costosas o el tratamiento de niños con autismo. El dinero no lo es todo. Hay que cuidar el producto interior bruto que es nuestra cultura y no dejar que los emprendedores abandonen sus proyectos porque no tienen herramientas para levantarlos.

Chambao, Pablo López, Vanesa Martín, Efecto Mariposa... ¿Qué está pasando en Málaga?

Málaga es una pasada. Y que, además, nos vaya a todos tan bien... Nuestra tierra inspira mucho en muchos aspectos. Además, yo me llevo muy bien con todos, con Vanesa, con Pablo, con LaMari. A Efecto Mariposa no los conozco, aunque soy muy fan de ellos desde hace mucho tiempo.

¿Cómo se lleva con los que son críticos con su música, con los que piensan que sus canciones son como chicles de fresa?

Bueno, la crítica es necesaria. No le puedes gustar a todo el mundo; es una de las cosas que tienes que aprender cuando todo se dispara. Sobre lo de que mis canciones son como chicles de fresa, pues tampoco voy a quitarles la razón. No voy a tirarme piedras a mí mismo, pero entiendo que con algunas producciones anteriores hubiera gente que pensara: «Dios mío, qué relamido: encima que es una balada le pone una orquesta sinfónica detrás. El colmo de lo barroco». Por eso en este disco he huido de todo esas cosas que había de por medio y me he mostrado tal y como soy.

Latinoamérica le está abriendo los brazos cada vez con más emoción. ¿Acabará como muchas estrellas latinas alejado de la realidad en una mansión en Miami?

Allí no se vive alejado de la realidad. Creo que se está incluso más presente, aunque es verdad que es como un pequeño núcleo, como un microclima. A mí nunca me ha gustado vivir en burbujas. Jamás. Y, de verdad, me siento muy cómodo en Málaga. También creo que muchos de los artistas que se han ido a Miami se complican ellos mismos. Yo no busco las alfombras ni los focos, y mis gustos son normales. No creo que me tenga que ir de ningún lado; estaré donde esté cómodo y donde estén los míos.